sábado, 19 de febrero de 2022

YESO

 

   No puedo disfrutar la pileta. Para bañarme contraté una mujer con experiencia. Me cubre el yeso con un nylon negro, usa una esponja vegetal enjabonada y me friega la queresa que dejó esta situación.

   —Ya va a pasar, ya va a pasar.

   Usa palabras de amor para consolarme, aunque yo no tenga consuelo. Extendí mi contrato para que se quede todos los días.

   —Se lo agradezco, porque el dinero no me alcanza.

   Nos hicimos amigas inseparables, hasta me tiene que lavar el culo cuando cago. Me humilla la condena de su trabajo. La compenso mirando Netflix junto a ella. Películas repetidas que no me hacen gracia alguna. Me explica:

   —Aunque sean repetidas las disfruto, las entiendo. Cuando las vi por primera vez, me costaba saber de qué trataban.

   Los días se fueron escurriendo como nada. Antes de partir me dio un abrazo. Se emocionó mientras yo repartía lágrimas por doquier. Le pagué generosamente.

   —Si todos fueran como usted, a esta altura sería rica.

   Cuando quedé sola descubrí que había robado mis ahorros y mi perro. Sus acciones me molestaron más que el yeso. Era una buena mujer, necesitada. Ella creía en Dios, yo no. Si existía, por acá no había pasado.

   —Ya va a pasar, ya va a pasar ─decía la mujer─ cualquiera se puede olvidar, pídale que le ayude aunque no crea. Es un buen tipo y tiene oído.

   Ella vive sola.

   —Por fin tengo un perro que me ladre, Soy casi feliz, Señora, y usted sabe bien que la felicidad no existe y menos, enyesada.

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