domingo, 27 de noviembre de 2022

EL OBLIVIÓN

 

   Lo conocían por el ala del sombrero que le tapaba la cara. No sabíamos su historia, pero hasta le inventamos un nombre.

   La mujer lo dejó una tarde de Septiembre, con palabras tiernas que sobraron de aquel amor inquieto. Él seguía yendo a tomar unos mates con los otros inquilinos. Si algún cuento lo hacía reír, le prestaba el sombrero por un rato.

   No usaba la seña acostumbrada, levantaba de prepo la mano ajena, no importaba que fuera hombre, mujer o nadie. Bailaba un tango competente, que a veces lo dejaba solo y él seguía. Total, los tangos no terminan nunca, ni siquiera en el Septiembre que, sólo él, reconocía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario