─No sé si la noticia para vos será buena,
para mí es el episodio más ansiado.
─¿Qué pasó?, contame.
─Estamos esperando un bebé, para que mi
felicidad sea completa necesito tu opinión.
─Carla ubicate, tengo diez años menos que
vos. Te atacaron los treinta, por eso tanto apuro.
─Ese argumento de la edad me parece idiota,
el chico está dentro de mí. Siento que late, me hace cosquillas, es como un
pececito que espera tranquilo. Si vos no querés que lo tenga, es tu elección.
La mía es otra y la voy a defender.
─Carla, vos estás loca. Empezá una terapia,
esta situación se resuelve entre dos. Si vos querés tenerlo sola, es cosa tuya,
a mí no me involucres.
Calixto me hablaba a mí, como me dejaba sola
de lunes a sábado, su hermano venía a quedarse conmigo.
─Una mujer que espera un niño, debe ser muy
bien cuidada.
Cuando nació me llevó a Suiza, donde vivían
sus padres.
Él quería que conocieran a su nieto. El
lugar tenía aire puro y una casita que mandaron a construir los abuelos. El
olor del espliego despertaba las mañanas.
─Carla, quisiera que nos hiciéramos adn,
sospecho la paternidad de mi hermano.
Él mismo resultó ser el padre. Los días que
la acompañaba curtían sexo desenfrenado, que luego viró en un amor para
siempre.
Calixto vivía y trabajaba en Japón. Un día
los vio caminando, él portaba el bebé en la espalda, iban abrazados, pasaron a
su lado, eran ellos sin duda.
Pero Calixto no quiso darse vuelta.

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