Nació imantado y
desarmable. Para rascarse el oído interno se quitaba la oreja y le daba con un
escarbadientes, la acercaba a la altura donde estaba y la oreja se pegaba sola.
Cortar las uñas
de los pies, que siempre resulta engorroso. Él se sacaba los diez dedos
apoyados en la mesa, recortaba las uñas y volvía a colocar cada dedo donde
correspondía. Si andaba con sueño se equivocaba y ponía el dedo gordo en el
meñique, en ocasiones se olvidaba dos o tres en la mesa. Lavar las porquerías
que se juntan en los ojos durante la noche era una pavada, se sacaba uno con
pestañas, le echaba shampú, lo enjuagaba y se lo colocaba. Hacía igual con el otro ojo. Hubo
días en que lo olvidaba en la jabonera. Era provechoso para que la oficina lo
devuelva a su casa.
Le mostraba al
jefe cómo tenía el ojo, el jefe miraba el agujero con elásticos y se desmayaba.
Ese día
aprovechó para sacarse los nudos nerviosos de la nuca, hizo bolitas como de
arcilla, quedaba hiper relajado.
Tenía problemas
con la gente, cuando salía. Las mujeres quedaban imantadas, para separarlas
debía sacudir el brazo tan fuerte que las doñas caían de un piso doce o el
impacto las metía en los camiones de recolección.
Sufría cuando se
le imantaban hombres, la gente lo miraba con cara de “Ah, sos gay”, éstos los
metía en boca de tormenta. Con destreza lograba que la tapa no le quedara
pegada.
A medida que
envejecía perdía sus cuerpopartes, por olvido o tal vez la imantación se
redujo. Él prefirió morir.
La policía
forense no podía creer cuán prolijo era el imantado.
Dejó los brazos
juntos, al lado de los pies, los ojos en el secaplatos y los dedos de los pies
en el frizer.
No encontraron
la cabeza, aquel hombre había perdido la cabeza. Es muy parecida a la pelota
con que juegan los niños en la plaza, pero no debe ser ¿No?

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