El calor hacía que uno se derritiera como un
helado. Llegué hecha mortadela a casa. Fui a ver el lavadero, en él se secan
las ropas, saltaba la carne picada y en el inodoro la ropa. Vivía en pleno
estado confucional.
Me voy a casar con un tipo buenmozo y
adinerado. En una fiesta encontré al indicado. Nos miramos y él desvió la
mirada, ambos habíamos tenido infinidad de novios. Él sabía y yo también.
─¿A vos te parece que esto funcionará? No sé
quién sos y me parece contar.
─Mi nombre es Mima, estudio Medicina, tengo
veinticinco años… bueno, basta! No me gusta hablar de mi vida. Con esos datos te
vas a tener que casar conmigo.
─No quiero ofenderte, pero jamás me casaría
con vos. No es mi propósito, no me gusta tu cara, ni tu cuerpo, ni cómo pensás,
si pensás. Además ponés la ropa en la heladera y la secás en el microonda.
Todo lo que se pueda esperar, es de todo. El dinero puede más que todo, aceptó casarse. Comete errores con frecuencia. Se enamora de la persona equivocada. En este caso, resultó puto.

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