martes, 15 de noviembre de 2022

FRAGATA FRAGATITA

 

   Chascomús el antiguo, donde ella pasaba los veranos con sus abuelas. Al principio jugaban todo el día con ella hasta que se pusieron muy ancianas y se la llevaban por delante, pensando que se trataba de un gato.

   Cuando hacía mucho calor de noche, se abrían las ventanas y las puertas. El olor de los jazmines, las madreselvas y los junquillos, resultaban tan embriagadores que la hacían dormir hasta el mediodía. Luego salía por detrás y a dos pasos estaba dentro de la laguna. Nadaba hasta que se fuera el calor.

   Una noche sin luna, se hizo una corona de jazmines, gardenias y unos calzones hilados de magnolias, comenzaba a hacer la plancha hasta quedar dormida. Una fragata que venía serena, extendió una planchada y la tragó por la bodega. Le pareció raro despertar en su cama. Como si aquella aventura no hubiera sucedido.

   En la noche del día siguiente, seguro que su traje de baño no perdería ninguna flor. Hizo la plancha hasta que apareció la fragata, no estaba dormida y aceptó la propuesta del Capitán de subir a cubierta. Había tanta neblina que se perdieron en la blancura.

   Las Abuelas pidieron auxilio, hacía dos días que no aparecía. Pasaba el tiempo que hasta los Padres se resignaron a pensar que solamente había desaparecido. Eran tiempo parecidos a los anteriores, a los que suceden y los que seguirán sucediendo.

   Simularon un sepelio como si la chica hubiese muerto. Todos deseaban que mal rayo partiera al sacerdote para detener su diatriba. En medio de los asistentes apareció la joven, vestida con uniforme y preguntando quién era el muerto. Muchos se impresionaron y desmayaron. Las mujeres más católicas, se arrodillaban mirando al cielo.

   La joven volvió a la casa y hasta llegó a olvidar aquellos episodios. Cuando volvió a Buenos Aires, fue recibida por su Nana. Le dijo al oído:

   —Tenga cuidado, joven y arréglese el pelo tan desgreñado que trajo. Yo le voy tirando perfume, hasta cuando entre al comedor.

   Allí estaba el Capitán de la fragata y un ramo de flores que la emocionó. Cuando lo sostuvo en sus brazos, resultaron artificiales. El Capitán de la fragatita le pareció un desubicado y vulgar. Lo sacó de su casa y le entregó aquel engendro de plástico. Llamó a la Florería y encargó tres docenas de rosas blancas. Eran tantas que tuvo que repartirlas, en diferentes lugares del comedor.

   La visitaron las amigas, para el five o’clock. Al principio estaban encantadas con el olor de las rosas. Ni bien terminaron el té se fueron despidiendo con rapidez.

   —Siempre fue así cuando volvía de Chascomús. Está como…

   —¿Así cómo?

   —Como loca.

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