Se
estaba inundando la mitad del primer piso. Hasta los peones, dentro de la casa.
Rita
afuera, entre pastizales que la crecida apagaba. Sus padres la maltrataban y
ella se perdía hasta la segunda laguna.
Ahora
fue diferente tuvo que nadar buscando orillas sin agua. Las ramas de los
árboles le salvaron la vida. Un peón que con un bote raro se acercaba, la vio y
de prepo la metió en el gomón, intentó abusarla. La niña había crecido, juntó
sus piernas y sus brazos, el peón perdió pie y cayó al agua. Ella tomó los
remos y pensó en su padre, el beso nocturno y su madre apagando la luz sin
decir ni hasta mañana. Ella sabía, tiene que haber sabido.
Pensaba Rita, por fin, su madre era mala y su padre que no dejaba pasar un
solo día.
Remó
con la intensidad de sus pensamientos, llegó a la casa. Estaban en el techo, el
peón que creyó muerto, también.
Escuchó gritos, cada vez más lejanos, se tornó inaudible. Rita le mostró
su sonrisa al cielo, encontró otros gomones con personas que no hablaban.

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