viernes, 1 de abril de 2016

PERRÍN


   Las gemelas fueron un vía crucis. Solía ser cuidadosa con mis muñecos, a mí me regalaban porque nunca rompía nada. De chicas operaron todas mis muñecas, para ver qué tenían adentro.
   En el verano visito a nuestra madre, no voy en las fechas que arriban ellas. Mientras revisaba el ropero grande, noté que en esa casa guardaban hasta las tapas de gaseosas, los trajes de los sucesivos casamientos, los de comunión y los de bautismo. Entre mis juguetes faltaba Perrín, era mi preferido, Mamá lo tenía oculto y sólo me lo daba cuando las gemelas se ausentaban.
   A Perrín le apretaba apenas los costados y de entre sus pelos salían acordes de cinco notas. Lo mandó un tío de Francia, se llamaba Pierrot.
   No parecía justo que Perrín fuera Pierrot. Era tan peludo que no se le veían los ojos.
   Pregunté a mi vieja si no me lo podía llevar a Perrín. Se le cayó el colador de tallarines y dos tenedores se fueron atrás de la cocina. –Mirá querida, vos conocés a tus hermanas, lo encontraron y bueno, ¿no? Imaginate..., si querés te lo muestro-.
   Cuando lo vi casi muero de odio, le sacaron los ojos, tenía una operación del cuello al lomo.
   Vinieron juntas, antes saludar a Mamá gritaron –Somos Ingenieras en Sistemas y trabajamos en el Ministerio “Tecnonada”. Allí inventamos de todo-.
   Les faltaba el aire para continuar –A Perrín ¿Te acordás? Era tuyo, le practicamos una cirugía y logramos instalarle un aparato que tiene trescientos temas, lo prendés apretando el ojito derecho. El izquierdo lo perdimos, lo rellenamos con lana de vidrio y pelotas de pelotero.
   Nos pareció antiguo el pelo, se lo cortamos tipo punk, con rastas en las orejas, quedó divino-. Las muy perras saludaron a Mami con abrazos y besos que me dieron náuseas. Preguntaron dónde estaba Perrín, querían terminarlo antes que me fuera. Hice mi valija y saludé sólo a Mamá, a ellas les pegué un puntapié en las canillas.

   Un restaurador recuperó a mi antiguo Perrín. Con su música de cinco notas y esos ojitos curiosos. Lo puse en la cómoda, desde mi cama lo veo como la primera vez que lo conocí, tan suave, tan cercano. Suelo percibir las siluetas de las gemelas tras las cortinas, pero no, es sólo imaginado. Ellas entre cagada y cagada, dejan un espacio de tres años. 
   Es la única consideración que tienen con el mundo.

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