Las gemelas fueron un vía crucis. Solía ser
cuidadosa con mis muñecos, a mí me regalaban porque nunca rompía nada. De
chicas operaron todas mis muñecas, para ver qué tenían adentro.
En el verano visito a nuestra madre, no voy
en las fechas que arriban ellas. Mientras revisaba el ropero grande, noté que
en esa casa guardaban hasta las tapas de gaseosas, los trajes de los sucesivos
casamientos, los de comunión y los de bautismo. Entre mis juguetes faltaba Perrín,
era mi preferido, Mamá lo tenía oculto y sólo me lo daba cuando las gemelas se
ausentaban.
A Perrín le apretaba apenas los costados y
de entre sus pelos salían acordes de cinco notas. Lo mandó un tío de Francia,
se llamaba Pierrot.
No parecía justo que Perrín fuera Pierrot. Era
tan peludo que no se le veían los ojos.
Pregunté a mi vieja si no me lo podía llevar
a Perrín. Se le cayó el colador de tallarines y dos tenedores se fueron atrás
de la cocina. –Mirá querida, vos conocés a tus hermanas, lo encontraron y
bueno, ¿no? Imaginate..., si querés te lo muestro-.
Cuando lo vi casi muero de odio, le sacaron
los ojos, tenía una operación del cuello al lomo.
Vinieron juntas, antes saludar a Mamá
gritaron –Somos Ingenieras en Sistemas y trabajamos en el Ministerio
“Tecnonada”. Allí inventamos de todo-.
Les faltaba el aire para continuar –A Perrín
¿Te acordás? Era tuyo, le practicamos una cirugía y logramos instalarle un
aparato que tiene trescientos temas, lo prendés apretando el ojito derecho. El
izquierdo lo perdimos, lo rellenamos con lana de vidrio y pelotas de pelotero.
Nos pareció antiguo el pelo, se lo cortamos
tipo punk, con rastas en las orejas, quedó divino-. Las muy perras saludaron a
Mami con abrazos y besos que me dieron náuseas. Preguntaron dónde estaba
Perrín, querían terminarlo antes que me fuera. Hice mi valija y saludé sólo a
Mamá, a ellas les pegué un puntapié en las canillas.
Un restaurador recuperó a mi antiguo Perrín.
Con su música de cinco notas y esos ojitos curiosos. Lo puse en la cómoda,
desde mi cama lo veo como la primera vez que lo conocí, tan suave, tan cercano.
Suelo percibir las siluetas de las gemelas tras las cortinas, pero no, es sólo
imaginado. Ellas entre cagada y cagada, dejan un espacio de tres años.
Es la única consideración que tienen con el mundo.
Es la única consideración que tienen con el mundo.

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