lunes, 11 de abril de 2016

TIN-TIN


   Tin-tin vivía con su único amigo bípedo. Quedaba solo cuando su amigo iba a trabajar. Continuaba su sueño en la cama caliente de su amigo.
   No le gustaba el alimento especial que le daba.
   Abría la heladera, entornada por lo rota y volcaba leche y yogurt, no sabía con qué atiborrarse, si con leche o con yogurt.
   Nunca faltaba un cacho de salamín que saltaba solo de la heladera a su boca. Todo producto noble lo que deglutía su amigo.
   Cuando escuchaba el motor corría hasta la puerta y lo recibía con la comida lista, el acolchado era el mantel, dos o tres manzanas mordisqueadas y el cepillo de dientes. Al amigo le parecía algo natural y en vez de retarlo le contaba su jornada.
   Él desconocía el bípedoidioma, quería ayudarlo, pero sólo sus ronroneos y los miaumiaues podía entregarle. El amigo le agradecía con una porción de atún. Un día gris Tin-tin se despertó fastidiado, no tendría lugares con sol para bañarse y dormir siestas. Escuchó la puerta, raro, a esa hora su amigo trabajaba. Entró un tipo con capucha y revólver con silenciador. Tin-tin saltó de la escalera a la cabeza del enemigo y le ensartó las uñas dentro de los ojos. Ambos rodaron por el piso, el maleante gritaba. Tin-tin pidió ayuda a Perros de la Calle, se lo llevaron de inmediato por violación de domicilio e intento de robo a mano armada.
   Cuando llegó su amigo miró cómo Tin-tin jugaba con dos insectos redondos. Le gustó la concentración de Tin-tin, tomó un baño para sacarse la mugre de las capitales. Tin-tin, luego de robarse la milanesa comprada y dejar los elásticos al costado del plato, se fue a dormir a la cama de su amigo, que no venía y no venía. Sentado en el tablero su amigo miraba las bolitas redondas, tenían iris, pupilas, retina.
   Eran ojos, ojos enojados de persona malvada.
   Sin más los tiró en el inodoro, tuvo que apretar varias veces, porque no se iban y encima lo miraban desde el fondo. Lo solucionó con detergente.

   Quedó agotado y se tiró en la cama, encima de Tin-tin, apenas protestó. Le apoyó su inocente patita en la garganta y le ronroneó el episodio del día. El amigo se dio vuelta y le dijo –Dejá de joder-.
                                  

No hay comentarios:

Publicar un comentario