En un encuentro empresarial se juntaron veintidós
personas. El tema era la fusión de dos empresas, que nos odiábamos. Pero por
razones presupuestarias, estábamos todos preocupados. Había una mesa oval y
sillas sin respaldo, para que los empresarios no se duerman. Discutimos toda la
noche, hasta llegar a conclusiones nefastas. La única solución que encontramos
fue dejar sin trabajo a mil quinientos trabajadores. Nadie se atrevió a darles
la noticia.
─¿Y esa cabecera vacía? No hay nadie. ¿será
un fantasma? Nos estaremos volviendo locos. ¿No les parece?
El fantasma está en la mesa, sentado en la
silla opuesta a la mía. Él me miraba y hacía gestos y preguntas dirigidas a mi
persona. Yo le contestaba gritando, por tanta conversación superpuesta. Había
una nube que hablaba y yo que le escuchaba sólo la corbata.
Cuando los de la cabecera nos pusimos de
pie, alguien dijo:
─Esta es nuestra nueva Presidenta y en el
lado opuesto tenemos al fantas Presidente, seguro.
Yo me crucé hasta él para proponer echar a
mil doscientos trabajadores más. Él desapareció como un fantasma, antes de
escupirme la cara.

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