—Srta Lambrán,
¿jura decir la verdad, nada más que la verdad y que ésta sea verdadera?
Mechi fue
vestida de negro, con cuello blanco y anteojos sin vidrios. El lego de la otra
parte, preguntó:
—¿Ud, Srta
Lambrán, conocía la relación de esta familia?
Ella respondió
cauta:
—Vivían arriba
de casa, podía escuchar todo lo que se decía: “Buenos Días”, “Llegué”,
“Abrigate, “¿Qué hay de comer?”, cosas de la vida cotidiana.
El lego de la
otra parte, quiso un detalle sin dudas:
—De lo que Ud
cuenta, se desprende que eran un matrimonio con una hija.
Interviene el
Juez negro:
—No ha lugar a
la pregunta. ¿Cómo la testigo puede aseverar, si eran casados, solteros,
novios, amantes, marido golondrina? y la hija, ¿fue nacida de ellos o
secuestrada de recién nacida?
Era el turno
acusatorio. Leía distraído, pero el acusado los zarandeó. El lego, bien cerca
de Mechi:
—¿Ud supone
interrelaciones de tres personas, dos adultos y una joven? No me conteste,
hasta el Señor Juez negro advierte que lo que no sabe, lo inventa. Puede
retirarse.
Llamaron al
siguiente testigo: Arturo Safo, lo hicieron jurar.
—No es necesario, nunca miento.
El lego de la
otra parte, arremetió impío:
—¿Por qué la
víctima apareció muerta en su casa?
Safo, zafó de
caerse de la silla:
—La Srta
adolescente, declaró su amor por mí. Yo ni la conocía, pero se sacó la ropa
mientras arrancaba la mía y la detuve: “Esperá aquí, así, que bajo a comprar
unas birras”. Salí corriendo, ni esperé el vuelto, llego a casa y la encuentro
sobre la alfombra con tres disparos en el pecho, me quedé helado, la alfombra
era de Esmirna, nuevita, ni los chinos podrían limpiar tanta sangre. En cuanto
al tema de su muerte, para mí fue la vieja cuando se enteró que la pendeja, me
avanzó de bronca, porque sabía que la madre era mi amante.
Todos le
creyeron, fue un testigo que le pareció innecesario jurar, porque decía que él
nunca mentía. Fenómeno inédito, todos le creyeron: abogados, fiscales, el
público presente y el juez negro. Arturo Safo, fue declarado inocente de culpa
y cargo. Al retirarse lo aplaudieron.
Él tomó un taxi
y llamó a la tintorería china, para que limpiaran su alfombra.

No hay comentarios:
Publicar un comentario