lunes, 27 de junio de 2022

RELACIONES PÚBLICAS

 

   Detesto las mujeres, no sé si porque somos tantas hermanas, más mamá y mis tías y las hermanas de mi padre y los colegios de hermanas, con compañeras mujeres y profesoras mujeres. Tengo un primo varón, pero es afeminado. No le quedó otra.

   Estudio para premios de tiempo libre. No cuesta nada, escucho las zarandajas de las profesoras y me quedan registradas. Con leer dos horas por día me recibí con el mejor promedio, casi once, como  dice la ambiciosa de mamá. Empecé Ingeniería en Sistemas, tengo el mejor promedio de la carrera. Los tipos me detestan, con la misma intensidad que a mí me encantan. El más perverso compite en todas las materias y le gano. Sin querer, sucede. El perverso me quita el hambre, he llegado a sentarme pegada a él. No me da bola, hasta parece tener asco de mi cercanía. Es el único tipo en la vida que no me puso diez en nada.

   Vinieron a comer amigos de mi viejo. Uno le va a otorgar un cargo alto en el Ministerio de Economía. Me invitaron a compartir la velada con ellos, sin mis hermanas. Saben que puedo monopolizar cualquier tema y dejarles sueltas las mandíbulas. Para eso quieren mis viejos que esté, para hacerlos quedar bien con la hija genia. La única que sabe cómo y cuándo hacer y decir lo que corresponde. Lo que los otros quieren escuchar de una joven. El valor agregado de ser alta, rubia, de ojos celestes, indumentaria elegida por mami, que hace de mí una persona distinguida y todas esas boludeces que me joden la vida mientras ellos se enorgullecen.

   Hoy el perverso preguntó delante de todos mis compañeros si yo les parecía frígida. Un bochorno, fue un “Sí” unánime.

   Durante la comida pensaba en él, mientras me hacían preguntas, una tras otra. Encima, era el bufón que debía entretener los vejestorios. Hice hasta dónde pude. Una señora muy académica, la mujer del tipo que conseguiría el curro a mi viejo, preguntó qué es lo que más me gustaría hacer en esta vida. Se hizo un silencio de ángeles, donde todos giraron sus cabezas esperando una respuesta que no llegaba.

   Pensaba en él, su sonrisa. Mi madre, con cierta premura, insistió para que responda. Miré a la señora y me pareció la cara de él, contesté con seguridad universal:

   —Cojer, es lo que más quisiera en esta vida y estoy convencida que es lo que más me gustaría hacer.

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