Amo que esté
nublado, que salga el sol de vez en cuando, son regalo para las plantas y para
los chicos que tienen frío. Yo vivo encerrado en lo que se daba en llamar la
pieza del opa. Les daba envidia que me divirtiera hasta con una uña de pie
ajeno.
La decisión fue de mis Padres. Lo mejor era el
cuarto del opa, mis dibujos eran notables, la bruja de mi Madrastra los mandó a
enmarcar.
—En cuanto estén
te los devuelvo.
Pero no
aparecieron más, ni mi Madrastra ni mis dibujos. Lo único que me daba alegría,
era dibujar el mundo. Mi Padre, que era un pobre hombre, compró todo tipo de
materiales para hacer lo que mi imaginación me dictara. Llegué a realizar
pinturas al óleo, de considerables dimensiones, odiaba el acrílico, me sonaba a
plástico.
Me gustaba el
olor a trementina, hacía ensoñar. El pobre hombre de mi Padre, hacía
exposiciones donde se vendían todos mis cuadros. Un día se asustó mucho, porque
la trementina y sus aromas no me dejaban despertar. Fui llevado a un Instituto
especialista en vías respiratorias.
El pobre hombre
de mi Padre fue preso por ignorar mi derecho de Autor y quedarse con el dinero.
Varias personas del Instituto habían adquirido mis cuadros. Recibí montones de
pagos que me hicieron rico. Mi taller sigue siendo la pieza del opa. Pagué la
fianza del pobre hombre de mi Padre. La plata nunca me interesó, pero le
encargué a un mal hombre, que a todo se atrevía, que matara a la bruja de mi
Madrastra. Así lo hizo, le regalé la mitad del dinero que tenía. Primero por su
trabajo y segundo por mi conciencia.

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