—Mami, ¿qué es
la muerte?
—Nadie sabe qué
es la muerte.
—Yo te escuché
cuando hablabas con tu amiga y vos le dijiste que con tantos días en casa, el
niño lindo y bueno, era la muerte, que vengo a ser yo.
—Bueno, es una
forma de decir, como si dijeras, el niño es un Diablo a cuatro.
—¿El Diablo
tiene cuatro velocidades?, porque si es así, ya mismo me voy a pasear con el
Diablo.
—Vos quedate en
casa, ponete el barbijo y comé esta manzana que recién la lustré.
—Ni pienso comer
manzana encerada, podés sumergirla en alcohol rebajado, le pasás jabón blanco,
la enjuagás y después la como. Además, ¿por qué me das una manzana tras otra?
—Para que
cierres el pico por un rato.
—Mami, vos no me
querés, antes tu mayor alegría, era escuchar qué bien me expresaba y te reías
de mí, como yo me reía de vos, no te ofendas, estoy desarrollando mis defensas.
Me burlo de vos sin que te des cuenta.
—Ahí viene tu
Papi, debe estar muerto de hacer fila y seguro se olvidó algo imprescindible,
como papel higiénico o pan.
Papi se desplomó
rodeado de seis bolsas del Super y preguntó:
—¿Qué tal se
portó el niño lindo y bueno?
—¿Qué querés que
te diga?, me tiene harta, es la muerte, no doy más. ¿Por qué no jugás con él un
rato?, cruzá a la plaza, para que se oxigene, no responde al protocolo, pero
que se vayan al carajo.
—¿Y si mejor lo
llevo mañana?
—Vos sabrás.
Al día
siguiente, le propuso que cruzaran a la plaza.
—Hay sol, que te
hace bien, ¿vamos?
—No quiero.
—¿Se puede saber
por qué?
—Porque estoy
muerto.

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