Entró por
izquierda, tenía padrinos y no pasó por ningún examen de aptitudes, porque en
el Ministerio sabían de antemano, su ineptitud en todo. Era de contextura peso
pesado y palabras continuadas desenvolvían su bizarría.
El día que
empezó, tenía que tipear un discurso para el Jefe subyugante e inteligente,
ojalá el País ardiera de esos hombres que acusan a las mujeres con razón. La
Señorita Orda, se sentó en la silla y hundió el piso, le trajeron una con
refuerzos de hierro lustrado y colocaron una viga para reparar el piso.
Tipeó con un
sólo dedo, adivinando cada letra, a las tres horas juzgó la importancia cargada
de conceptos trascendentales. La panza le hacía ruidos similares a
flatulencias, ansiosa de un refrigerio abundante. La Oficina estaba llena de
ñoquis, descubrió su escote, para mostrar sus dotes teteras.
Trepó su falda
de licra, para que las piernas de músculos agobiantes, fuesen admiradas.
Envolvió su cuello, con una bufanda de plumas, rojo flúor. La cartera, del
ancho de sus caderas, animal print. Paró el tránsito con un silbato y cruzó al
Bar de enfrente, pidió tres huevos pasados por whisky, papas fritas rebozadas
con pimienta negra y curry y una baguete enmantecada, enharinada, con una
salchicha gorda y larga, adentro. No le quedó espacio para el postre.
—Mocito,
acérquese, todo lo ingerido por mi persona, será pagado por el Ministerio del
Desocupado. Algo desabrido, en general, todo. Pero el pago será cash, en
minutos. Quite la mirada de mi escote, porque lo surto.
Usó el silbato
para volver al cadalso, había un soplón que espiaba su letra tan gigante como
ella.
—El Príncipe
Jefe Lorrobotodo, quiere letra chica para lucir sus anteojos, recién llegados
de Seychelles.
La Srta Orda,
apoyó sobre el escritorio un glúteo en los dedos índice y mayor del soplón.
—Es mejor que la
letra chica la realice Ud.
La Srta Orda
casi siente piedad por los deditos quebrados, pero el estómago es más fuerte
que la piedad. Siguió las mismas escenas del refrigerio anterior.
—Mocito, uno de mortadela
y batata y un café triple.
Al concluir, el
mozo anudado, dijo el precio de la consumición, casi con la nariz dentro del
escote. La Srta Orda, le dio un mamporro en una mosca que tenía en la cabeza.
—Me miró las
tetas y le maté una mosca, considere todo pago.
Pasó como una
tromba al escritorio del Príncipe Jefe Lorrobotodo.
—No quiero renunciar, pido su cargo como heredera directa, Ud aquí está de adorno, yo sería una obra de arte en su silla giratoria. Los altos mandos del Parnaso me vieron y les pareció que estoy buenísima, ninguno se aprovecharía de mi cuerpo, por mis músculos, entrenados para triturar miembros. Hubo casos, que todos conocen, gracias a la memoria de la Ex–Side.
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