domingo, 3 de diciembre de 2023

MIRATE, DALE!

 

   Inyecciones para el código de barra del labio superior, un poco más en el labio inferior. Se entusiasmó y siguió con inyecciones en todo el cuerpo. Le aconsejaron reposo absoluto durante seis meses. Era una mujer de mala cicatrización. Si movía cualquier superficie, podría manar sangre.

   Al llegar al día ciento ochenta, Helena se vistió de blanco con una enorme y larga cola, iba a una “fiesta blanca”. La casa era blanca, los muebles, los almohadones, las cortinas y el piso, blanco prístido. Los invitados debían concurrir de blanco. Uno de los concurrentes preguntó si le podían traer un puré de papas absolutamente blanco y una copa de leche. A los demás les servían sendos platos de comidas internacionales.

   Helena probó el primer bocado y le cayeron dos gotas rojas de uno de los códigos de barra. Con una miga de pan limpió las gotas y se las comió. Cuando tan solo dobló la cabeza salió una sangre imparable.

   Estaba el ex novio que la cambió por carne joven. Junto con la joven, Helena se le acercó y le revoleó su vestido. La ira la llevó a ensangrentar a todos. Llamaron una ambulancia porque nadie la podía detener.

   La internaron, le dieron pastillas tranquilizantes. Su primera visita fue su ex novio, le dijo que nunca más se separaría de ella, que la quería y esas boludeces. Al día siguiente Helena se levantó y miró el espejo, se desmayó. La depositaron en la cama.

   Ese mismo día cayó el novio con un anillo de regalo. Cuando la vio le dio un ligero escalofrío:

   ─Mi querida Helena, el sólo mirarte me da náuseas. Lo lamento, pero lo dejamos acá.   

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