—Pretendía que
todas las cosas fueran como Ud quería.
No hablé por un
rato, como dice mi nieto: “…no sé por qué todos los espacios son hablados, los
silencios vienen bien…” Lo dijo con cara de “aprendan lo que pienso”. Fue gracioso el tramposo. Con el celular bajo la
mesa, twiteaba.
Me hizo sentir
mal lo de “todas las cosas tenían que ser como yo quería”. Y no es verdad, tuve
una infancia de mierda, una adolescencia que daba miedo, una juventud mitad
bien vivida y la otra mitad mierda. Nunca nadie fue como yo quería, una
porquería que abrevé para seguir la ruta bachera. Hubo algo que siempre
pretendí, levantarme a cualquier hora, la buena pilcha, que no suene el
teléfono o el celu, cuando duermo siesta, que no exista la gente pretenciosa y
engrupida, que no me roben los libros.
—Algo de mi
lista, que es más gruesa ¿se me dio?
No sé cómo miró, porque yo estaba de espaldas. No, nada de nada. Tuve mis logros, nadie me quiere, no sé si copiaron a Mamita querida, pero perfeccionaron su estilo ¡y cómo! Hay mucho idiota que desprecia que me deje las canas, que no me rellene con botulismo las arrugas, me olvide de sacarme los bigotes y esté gorda chancha. Lo bueno que tiene este estado de las cosas, es que el pensamiento ajeno ha dejado de importarme y nuestros Gobernadores que nos dejaron en bolas. Que se metan la puta guita que afanaron en el orto, cualquier cosa, empujen con los cuadernitos.

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