Gracias noche,
por este espacio de silencio, que me permite escribir un cuento, sí, sigo
engordando, haciendo vida sedentaria, dejé el pucho.
Mi pecho se
enojó conmigo, por llenarlo de humo cincuenta años. Tengo la cara como si
hubieran puesto mi cabeza en una morsa, me estoy quedando pelada, olvido todo,
confundo, escucho menos y me acorté casi besando el piso.
—Habrá biromes
chiquitas?
Es mágica la
noche, me sacó de la queja y escucho los pasos de arriba, parece que los
departamentos fueran de cartón prensado. Él reprocha la desaparición de un
salame.
—Pietro, si
comés salame, no vas a poder bailar tango, tenés un nombre, un lugar, y esa
panza no es de embarazo. Para que no
encontraras el salame, lo tenía escondido, pero viste que hay ratas y les gusta
picar algo.
Escucho la
temática y agradezco vivir sola. Ahora vienen golpes de arriba, encontraron la
rata y él quiere matarla con la escoba, ella está arriba de la mesa, pidiendo
clemencia para el animal.
—¿Vos sos
tarada?, no es un animal, es un roedor y se multiplican con rapidez. Hace un
mes tenían que venir los fumigadores.
—Y bueno,
Pietro, no pagues las Expensas, hasta que no maten la última rata, que dios me
perdone.
—Tengo una idea,
traé la aspiradora.
Los pasos son
rápidos, violentos. Hay un motor prendido y ella le indica:
—¡Ahí está!, qué
buenas estas aspiradoras alemanas, la atrapaste, es una sola, debe tener toda
la familia, le damos a este depto y seguimos con el resto del edificio.
—Es perfecto,
pero hagamos una distribución equitativa de las bolsas, dejemos una bolsa en
cada piso.
Me intrigaba
este matrimonio y tanta aversión a los roedores, con razón no tienen hijos. Si
una rata les molesta, no quiero imaginar un hijo.
—¿Cuántos pisos
faltan, Pietro? Me cansé de vaciar ratas en bolsas de residuos, por suerte se
asfixian antes de romper las bolsas.
—Para tu
tranquilidad, éste es el último. Y abajo parece que hubiera una reunión de
Consorcio…
Me alegró ver
las caras a las cuales pertenecían los pasos de arriba. Eran jóvenes y lindos.
Cuando ellos llegaron, con aspiradora en mano y pañuelos tapando sus bocas,
fueron ovacionados.
—Yo, como
Presidente del Consorcio, los declaro encargados de desinfección ratera, de
todo el edificio, una vez por mes y a cambio recibirán una cifra interesante.
Quiero una respuesta inmediata.
El matrimonio
dijo sí, porque la empresa de desinfección iba cuando quería y olvidaban alguna
cría.
Yo me puse
contenta, a pesar que mi mascota es una rata de cola larga, pero está castrada.
Sigo escuchando al matrimonio de arriba, pero me parece que alfombraron, porque
sus pasos no los percibo.

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