sábado, 23 de diciembre de 2023

GORINA LEJANA

 

   A mi amigo Alfredo le tocó ser Presidente de Mesa, en un lugar llamado Gorina, rodeado de campo sin nada. Hasta que vio una Escuelita derruida pero con techo. En la puerta decía “Escuela N°24. Hoy dispuesta para el Sufragio”.

   Alfredo atravesó los escombros y se encontró con una mesa larga que le faltaba una pata. Había un cartel pintado a mano, que decía: “Presidente”, otro “Secretario Adjunto” y el último “Para entregar los sobres”. Alfredo se sentó en el último lugar de un banco largo. Le dolía la columna, no tenía ni pared para apoyar la espalda. Cruzaba una pierna sobre la otra y al rato al revés. Había una bomba vieja, pudo tomar agua y mojarse la cabeza. Descubrió un teléfono entre escombros, pero con tono. Habló con la Junta Electoral:

   —Me encuentro como Presidente de mesa, sin ayudantes, ni siquiera…hola, holá, holáá.

   —Ya le mandamos alguien ─no mandaron a nadie.

   Había un viejo ciego en un banquito, cebando mate, Alfredo le pidió que le convidara, porque ya no daba más.

   —¿Usté viene por las eleciones? Yo no le quiero afligir, tome este mate, sin azúcar, nunca vino nadie, ni para las otras eleciones y por lo que veo, para esta…¿Sabe qué es lo que pasa? La gente está trabajando, no tiene tiempo para votar y ellos saben que cualquier candidato es un corruto.

   Si no fuera por el viejito ciego, Alfredo se largaba a llorar.

   —Vea, joven, yo tengo cajas viejas, tres o cuatro con los fajines, sin nada adentro, eso sí, o las vienen a buscar o usté a como a las ocho se me retira. Pero quédese tranquilo que no van a venir. Para ellos, acá no esistimos.

   Alfredo esperó un micro que nunca llegó, volvió a su casa caminando, haciendo veinte kilómetros a pie.

   La mujer lo despertó temprano, para decirle quién iba ganando.

   —Callate, Rosalía, no me interesa, son todos unos hijos de puta. Dejame seguir durmiendo. 

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