viernes, 29 de julio de 2016

UNA ROSA PARA EL MUNDO

                                                               
   Nació en República Dominicana y la tomaron en una casa del country “Favela Rica”. Usaba polleras amplias y largas, se llamaba Rosamunda y tan gorda era, que ocupaba la mitad del living. Color cobre su piel y un pañuelo rojo enroscaba la cabeza. El trabajo consistía en cuidar dos mellizos, que cuando la vieron por vez primera  saltaban y gritaban. —¡Una señora del Circo, lo vamos a pasar re-bien!    Seguían a Rosamunda mientras hacía los dormitorios, limpiaba los sanitarios, con algún mellizo montado en su espalda y otro que la invitaba a jugar afuera. Hablaba un francés fluido, la madre de los niños le pidió que les enseñara algunas cosas rudimentarias o bien hablarles en francés todo el día, hasta que entendieran. Rosamunda rebuznó, cuando esa gente se ponía exótica, ella rebuznaba. Una noche de padres, en un ágape. Los mellizos escucharon que alguien limaba la puerta, Rosamunda se puso en un rincón y dijo a los melli que se metieran bajo sus polleras, que no hablaran, ni se soltaran de sus piernas, había una para cada uno. Eran ladrones educados. Dijeron —Buenas noches, permiso.
   Ponían todos los electrodomésticos, computadoras, televisores, en fila y los introducían en una camioneta. Vestían el traje típico del ladrón fino, enteritos negros de neoprene. Lo último que quedaba para robar, era Rosamunda, uno dijo —¿La llevamos?
   Otro respondió —¿Para qué?
   Y una voz femenina —¿Nos vamos a llevar a la gorda en la camioneta? Mucho circo. Dejen que se quede. Es hora de cortar, así que vamos.
   Rosamunda quedó como una estatua, los niños no querían salir de sus polleras, un poco por miedo y otro poco por el olor a almidón perfumado de las enaguas de Rosamunda. Los padres encontraron la casa robada, llamaron a los inútiles por dos razones, el robo y abuso de mellizos, por una negra dominicana llamada Rosamunda Varet. Rosamunda tenía oído tísico, los ladrones fueron sus vecinos inmediatos. No pensaba informarles nada. —Que se jodan.
                                                      

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