viernes, 5 de abril de 2024

PEN DRIVE

    Escribía en un idioma raro, arrastraba el lápiz con la derecha y en la izquierda una goma de borrar Staedler. Suprimía cosas que no me había enterado, ella, cada vez que borraba decía:

   —¡Qué tonta! Ni yo lo entiendo.

   El Profesor seguía con su conferencia, haciendo gala de sí mismo. Ella escribía lo que él no decía. Estaba frente a él, que miraba alterado, un idioma de palitos círculos y aves. Teniendo en cuenta que estaba al revés, quedaría como un estúpido sacando un espejito con un peine, que llevaba en el bolsillo interno. Era gay, pero se mataba para que no se notara. Hacía voz de hombre, alta, áspera y cuevosa.

   —¿Hoy viene el puto? —era común que sus alumnos lo designaran así.

   Le convidaba caramelos con un pen drive a su compañera de atrás. En los recreos se daban piquitos en la boca.

   —Mi amor, si no fuera por vos. Y si el beso era más hondo y el pen drive más importante, aterrizaba bajo la lengua equivocada.

   Nadie las miraba, algunos tenían asco, otros prejuicios y los que se sentían acompañados. Supe que el Profesor las denunció, una escribía, la otra era la mensajera. Los pen drive traducían los signos de Jueces, Secretarios, Fiscales, Abogados. Propiedades, vuelos ultraprivados, reductos de cifras millonarias ocultas, Países e Islas, que negociaban con los de aquí. Hasta en Medio Oriente tenían conexiones.

   Las chicas desaparecieron y nadie supo y nadie dijo. Aparecieron dos meses más tarde, violadas y torturadas, con un balazo en la frente. Los asientos no fueron ocupados por ningún compañero, era un homenaje tácito.

   El Profesor renunció, nadie asistía a sus Clases. Con su sueldo de Docente se perdió en Islandia. Igual que durante la Dictadura Militar. Pero ahora, cuando todos quisimos descansar, aparecen otros, en otras décadas de silencios abatidos.

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