jueves, 4 de abril de 2024

PREVISIBLES SORPRENDENTES

    Estoy cansada, muy cansada. Un Tío me regaló un pasaje de autobús con cama. Recorría pueblos coloniales con historias sobrecogedoras. (Perdón por la coincidencia de estas palabras.)

   Lo único que llevaba en la mochila, era un pijama y pantuflas. Cuando subí al autobús encontré mi cama y dormí el cansancio acumulado. Cuando desperté íbamos por el último pueblo colonial. Miré todo con los párpados inflamados. Era un pueblo triste, de casas cerradas y ningún cristiano caminando por ahí.

   En esa parada subió una persona con cara de dormir. Hizo un chiste, que no hizo reír a nadie. Eran pasajeros de sonrisa difícil. Preguntó dónde quedaba su cama. Justo al lado de la mía. Se acostó con muchas ganas de dormir. Cuando llegó la noche roncaba como un elefante. Al cabo de unas horas me preguntó:

   —¿Me das tu mano? La necesito para dormir. Una mano cálida que me haga soñar cosas lindas.

   Yo se la di para que no se sintiera solo. Sé lo que es extender una mano y no encontrar otra mano, por mi historia anterior. No la cuento, es mejor olvidar. Este tipo me inspiraba confianza y las manos se apretaron y durmieron lindo. Nos despertamos con muchas ganas de seguir durmiendo. Nuestras manos estaban violetas de tanto apretar. Con el primer rayo de sol, su mano apoyaba sobre mi teta izquierda y la mía sobre su bragueta. Se escuchó una voz milicada:

   —Bruselas, fin de viaje.

   Si sucedió algo más yo no sé, bajé sola del micro y él no estaba o nunca existió. Estoy cansada, muchísimo más cansada que cuando este viaje comenzó.

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