—El que termina
primero tiene un 10.
Aroldo entregó
su examen y obtuvo 10. La Srta casi le da un beso, era lo que las preguntas
esperaban certera respuesta. Después entregaron los demás. Uno tras otro,
sabiendo que sus hojas tendrían un uno como máximo. El último sacó cero porque
tocó el timbre del recreo, sino seguía escribiendo.
—¿Saben Uds por
qué Aroldo tuvo la nota más alta? Entregó la hoja en blanco y esa fue la
respuesta correcta. Él pensó cómo responder y en tres segundos comprendió que
la nada era el resultado. No es agradable llenar de palabras lo que ignoramos.
Llegó la segunda
hora, la infame, la terrible, se sentían rehenes, había un porcentaje que no
sabían multiplicar, otras dificultades como sumas, restas y divisiones, más la
Srta que les daba ejercicios con las operaciones combinadas. Dio las consignas:
—El que termine
primero tiene un 10.
Los Padres de
Aroldo, recibidos en Ciencias Exactas. Matemáticas les apasionaba a los dos.
Transmitieron ejercicios elementales a su hijo, primero con juegos y luego con
álgebra. Aroldo, niño esponja, asimilaba con rapidez. Fue el primero en
entregar, los otros elongaban el tiempo con mejillas coloradas y mordiendo la
cabeza de los lápices. Aroldo resolvió todo en diez minutos, por caminos
diferentes a los expuestos por la Srta, pero resultados idénticos.
No pudo evitar
decir:
—Aroldo tiene
10.
Y para no
denostar a los demás, la desgracia consuelo:
—Tienen que
estudiar y prestar atención en clase, para ser como…─casi lo dijo─ …mejores
alumnos.
Consiguió
controlar su entusiasmo por ese niño. Cuando llegó la tercera hora, entraron
todos, menos Aroldo.
—Silencio, por
favor, ¿dónde está Aroldo?, él es siempre el primero en llegar.
—A lo mejor está
en el baño, yo la última vez que lo vi, caminaba en esa dirección.
La Srta pensó en
mandar algún compañero, pero lo mejor fue ir ella misma. Se escucharon gritos,
pasos agitados y la sirena policial en simultáneo con la Ambulancia. Aroldo
estaba tirado en el piso del baño, en medio de un charco de sangre, tenía
golpes y puñetazos, cortes de sevillana en órganos vitales en todo su cuerpo,
los médicos hacían que no con la cabeza. Apareció la Madre fuera de sí, quería
hablar con la Srta que estaba adentro de sí.
—Ud es la culpable, cúmulos de diez y elogios continuos. Yo hubiera preferido una valoración como a los demás y que mi hijo estuviera vivo. Usted es la responsable, no la mato porque antes tomé diez píldoras. Ud nunca más ejercerá la Docencia. Se lo aseguro.
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