─¿Vos me querés?
Mara pregunta lo mismo diez veces los días
que paso con ella, si yo la quiero, pero es tan novia y entregada. Le contesto:
─No, no me gustan las mujeres que toman mate
manchando los expedientes.
Con Ivana es diferente:
─¿Me querés?
Y ella contesta de espaldas probando el
collar que le regalé.
─Me encanta como queda.
Da saltitos en pelotas con el collar puesto
y besa al espejo. Con la amante es distinto. No entrega ni una caricia que no
sea sospechosa y como un tonto interrogo:
─¿Me querés gatita?
Ivana corre, me abraza fuerte demás y
responde:
─No seas grasa Manucho. Lo de gata me
ofende.
Ella tiene un marido viejo y celoso que nos
mira hacer el amor desde un cuadro de mesa, con sonrisa de cornudo.
Tengo la secretaria perfecta, es culta,
distinguida, más alta que yo y sabe tanto de todo que humilla. Cuando el
trabajo diario termina lo concluye ella, no soy buen redactor. Se llama
Prudencia, le digo Pruden. Después de revolcarnos en la alfombra, me siento
como un personaje de las mil y una noches, colmado hasta lo imposible.
Manucho, el preguntón:
─¿Cómo sabés tantas cosas, Pruden?
Mientras se pone la ropa interior de putita
contesta:
─Miro muchas películas porno, no tienen
argumento, es de acción pura, eso me motiva.
Mi marido no me da ni cinco de bola, debe
estar harto. Aburre leer la noche entera.
─Manu, ¿no sabías que el laburo calienta?
Seguro que tu ingenuidad no permite ni que lo pienses.
Esta noche viajo con mi mujer, le prometí un
crucero, se lo merece.
Yo no sé si Mara es linda o fea, son tantos
años, que a veces la miro y es como el florero que nos regalaron cuando nos
casamos.
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