lunes, 5 de diciembre de 2016

CERCA DEL FIN


   Una mesa de cuatro amigas.
   Cuatro celulares y llaman los cuatro, llega la amiga número cinco, ella dejó su celular entre almohadas. Dice —¡Hola! Por fin hablaremos sin interferencias.
   Se sienta a la mesa, se corren las sillas y las cuatro amigas hablan con personas o algo parecido a eso. La quinta se enoja —¿No era que nos íbamos a contar cosas? ¡Apaguen los celulares!
   No sé qué les pasa, si les pasa, no lo puedo impedir con argumentos que no escuchan. Si me voy sería un alivio para todas. Voy por el tercer café y no cortan. No existo para mis cuatro mejores amigas. Parto sin saludar, ninguna me ve. Yo quería contarles del novio que no está más, del laburo perdido y qué suerte que están mis padres, después de todo.
   Ni ganas de prender las luces, me manejo bien en lo negro. Entro a la pieza, me acuesto con mi camisón andrajo. Meto la mano bajo la almohada y toco el celular, llamo a una de mis cuatro amigas. Ahora me escucha —Te quería decir que hoy…
   Dice que la perdone, pero necesita leer un mensajito que le llegó ahora.
   Voy hasta el balcón, la luna blanca, gorda y sola. Igual a mí. Ella no tiene celular. Está “bendita”. Por allá, no hay señal.
                                                                           

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