Los médanos se
suceden infinitos. No sé porqué acepté, mi 4 x 4 es de alta gama, comparado con
las otras es made in Berisso. El sol me perfora el casco, un sombrero de paja
bien mojado duró tres segundos, con el agravante del enojo de mis compañeros, el
agua era para tomar. Todos teníamos los labios partidos y la piel roja.
Me pareció un
espejismo, pero luego de cinco vueltas en redondo, aumentamos la velocidad y
encontramos la playa más larga y recta. Detuvimos las camionetas, el mar nos
solicitaba, nos tiramos hasta pasar la tercera hilera de olas, dormimos boca
arriba haciendo la plancha. Vimos cómo el sol se metía en el mar y no era un
espejismo, apareció un hotel “Punta desnudez”, con columnas dóricas y vidrios
inmensos. Salió la dueña, una Siro-Marroquí-Francesa. Nos dio de comer e hizo
preparar habitaciones para cada uno. Me negué a dormir con mi marido, me había
ofendido en oportunidades varias.
Ana, la Señora
multinacional, ofreció compartir su dormitorio. Teníamos camas de dos plazas
con alfombras persas y arañas de cristal, una sobre el techo de cada cama.
Antes de pensar
con miedo al desprendimiento de una araña sobre mi cuerpo, me dormí.
Al amanecer
comenzó a soplar un viento que rugía, desperté a la dueña para avisarle que se
aproximaba un Tsunami —Pero no querida! Tranqui, es el virazón, una brisa
fuerte que despierta. Así le llaman aquí, paras mí es un viento de mierda que
me llena el hotel de arena. Vamos a desayunar.
Apenas pude
comer, había apretado los dientes por el pánico al virazón. Un licuado y
escuchar la historia de cada uno de los objetos, la historia de Ana se contaba
con lo que no decía.
Mis compañeros
se fueron luego del desayuno.
Ana tenía ojos
tristes y buenos. Me mostró su escritorio y lo veo —¿No te fuiste con tus amigos?
Dijo sin sacar
los ojos de su lectura —Te preparé todo, es hora de volver.
Ana se rió a
carcajadas —Qué lindo que es, te esperó, te quiere y no te deja, ahora viene mi
parte, el pago es dos mil dólares.
Nos quedamos en
el asombro, pero le pagamos.
Ana contaba los
billetes y decía —¡Cómo me gusta, la plata es la cosa que más me gusta!
Terrible nos
pareció su libre pensamiento y más terrible cómo nos dejó sin un mango.
No hay comentarios:
Publicar un comentario