jueves, 29 de diciembre de 2016

LA GENTE HABLA


   En un caserío marítimo y anárquico vivían personas solas, pareja con hija, pareja aparejada. A cinco médanos quedaba el primer pueblo, se vendían veinte lotes arbolados. Ale, oriundo de Dock Sur, descubrió el valor irrisorio de comprar una manzana. Cuando se encontró, en medio de tanto árbol, liebres, conejos, zorros, chanchos silvestres, escuchó la transcavator, volvía de destruir un médano. —Oiga colega, ¿no me hace un pozo aquí, al medio? De onda.
   El tipo, expeón hizo el primer buraco —¿Le parece así Don?
   Ale le dijo que más hondo y más y más. —¿Llegó a la napa?
   Contestó el paisano —Y de no!
   Le pagó con tres chanchitos silvestres. Manejó a todo gas hasta un paraje donde vendían coberturas de veinte gramados unitérmicos. El dueño y su ayudante subieron el carretel al camión, lo llevaron hasta el lugar, le forraron todo el pozo y sobró para los bordes.
   Lo llenó de agua y peces, consiguió carpas doradas y pejerreyes violetas. Pasaba el día en el bote de su abuelo, pescaba, pero los devolvía al agua. Ale logró una selva propia, no tocó un yuyo, hasta los pájaros trinaban día y noche. Cuando encontraba una rana le besaba la boca.
   Dormía bajo tres palmeras. Escuchó pasos levitosos y se puso de pie. Una chica, con un cántaro le pidió permiso para juntar agua de la fuente. Ale tenía una fuente con agua potable, su última obra. —Junte lo que necesite, el agua es un derecho de todos.
   Marcela miró su cabeza puro pelo, le encantaron los ojos verde castor y esa generosidad sin fronteras. Ale compró el caserío entero. Les cobraba dos mangos. La gente, que siempre habla, notó que el volumen de Marcela era un embarazazo.
   —¿Cómo embarazó a mi hija?...- Preguntó el padre-.
   Ale contestó con lunfa Dock Sur —Cómo ¡Como cualquier cristiano! ¿Porqué? Esto no lo puede ignorar, tanto va el cántaro a la fuente, que al final se llena. Lo dijo la gente, que siempre habla.
                                                         

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