miércoles, 14 de diciembre de 2016

QUÉ BOLACEROS

                                                                 
   La familia que reía, así los conocían todos. Una duda me oprimía el alma, hasta que no pude más. —¿Mami, yo soy adoptada?
   Mi Madre me peinaba y quedó con el cepillo estática —Vos sos un angelito regalo de Dios y viniste del cielo. —¿Mami, entonces el parto no fue natural?
   A la mujer se le borró la sonrisa de siempre. 
—Sí, como todos los partos. Dios escuchó nuestras plegarias y te trajo del cielo.
   Es tan religiosa que delira, dice que Dios me regaló y encima me arrojó del cielo. Tengo el Certificado de Nacimiento, es cierto no soy adoptada. También sé que en los que certifican, cabe la posibilidad de algún soborno.
   Después hablé con Papi, que es más lanzado. 
—Yo soy adoptada y no lo niegues, sé que así es.
   Al Padre no se le borró la sonrisa —Es verdad, hija, sos adoptada y te queremos por hija, no por adopción.
   Yo preguntaba por la duda que me oprimía. Pero ahora que sé, no voy a buscar quiénes fueron los verdaderos.
   Estos padres, mis Padres, merecen el mejor regalo que una hija pueda ofrecer. Están tristongos y a veces se abrazan y lloran. Cuando los descubro, simulan estar recontentos y se ríen, se ríen de más, me abrazan tan fuerte que duele, por suerte tengo el alma descomprimida.
   Llegó la Nochebuena y luego del brindis final, que casi nunca es el final —Aquí tienen mi regalo, no se asombren, no lo llevo en las manos, está aquí. –Me abracé la panza-. Y son dos, una nena y un nene. Cuando termine de cocinarlos, se los dejo. Debo buscar al Padre. No creo que lo encuentre, no sé ni quién es. Pero seguiré buscando con la tranquilidad de que mis hijos quedan en sus manos. Uds serán los Abuelos adoptados.
   Sacaron la foto. La flía que reía, con las manos descansando en una panza que latía.
                                                                     

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