viernes, 2 de diciembre de 2016

LA MIRADA DE JULIÁN


   Estando de novia con Alberto, su mejor amigo, Julián, que nunca me miró a los ojos, iba al Cine con nosotros. En la oscuridad sentía la mirada de Julián, no miraba la película. Yo lo espiaba, me di cuenta que Julián estaba perdido por mí.
   Mantuvo un silencio respetuoso hacia Alberto, cuando éste anunció nuestro casamiento.
   Cuando Alberto pasó a mejor vida, Julián comenzó a mirarme a los ojos. Parecía que iba a decir “Te quiero”, pero esas dos palabras no existían para él. Un día me invitó a su estudio. Había olor a trementina, a mate y otras yerbas.
   Una chaise longue de ciertopelo y cortinados de diferentes texturas y gramados, su taller era una emulación del S XVII, —¿Un día me permitirías pintarte recostada en aquel futón malva? Si tenés ganas y tiempo…claro.
   Julián era un maestro, tuve pudor cuando me eligió como modelo. Ignoraba que la postura estática del cuerpo te dormía el esqueleto, los músculos y los tendones. La recuperación era lenta, Julián sugirió que me recostara en la chaise longue bien relajada y olvidara el mundo. Le obedecí, era mandato de un Maestro. —¡Ojos abiertos!
   Yo dejaba acontecer y dejé mis párpados entornados —Esa!! Esa!! Vení, mirá ¿Qué tul?
   Había captado la belleza que carezco, pero así lo imaginó Julián. Mientras limpiaba los pinceles, antes del “nos vemos”, dijo —Mañana te quiero desnuda, en el mismo sitio que hoy.
   Pensé, ¿Habrá encarnado Goya en Julián y yo en la Duquesa de Alba? ¿En sus dos versiones, vestida y desnuda?
   Llegué temprano, tenía frío. Él había colocado tres bolsas eléctricas en la Chaise longue, me pareció todo un detalle. Temblores nerviosos vinieron mientras quitaba mi ropa. Él me calculaba con el pincel, como si fuese yo un jarrón. Para ayudarle le dije, mido 1,70, peso 56 ks… cuando iba a contarle otros detalles, me cortó. —Lo que yo mido no se expresa en números, te necesito relajada, dale unas pitadas a este cigarrito y sentirás que permanecer sin ropa es como levitar.
   Así fue, levité siete horas consecutivas, al cabo me llevó hasta la pintura terminada, me inspiró ternura que viera mis tetas tan grandes, siendo que no tengo, las caderas armoniosas y las piernas de Marlene Dietrich. Prendió uno de esos cigarritos, fumó él y después me lo pasó a mí. Se arrancó la camisa, los pantalones y el calzoncillo.
   No me pareció mal, si yo estaba en bolas, él tuvo la gentileza de ponerse igual. El humo nos inundó.
   Lo que vino después, es cosa de Goya y sus majas.
                                                                  

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