lunes, 30 de julio de 2018

ATRAPALHADA



   —Hey Preta, quedate donde estás, después viene el abismo. Hay un remolino que lleva a tu final, con piedrazos para asegurarse ¡No sigas! ¿No entendiste?  
   Yo lo escuchaba, las olas tapaban su volumen y sus palabras se perdían, me interesaba saber lo último. —Quiero hacer algo sola, el único modo es seguir caminando ¡Andate! Es mi momento privado.
   Doy cuatro pasos y vuelo, no tengo peso ni soy ave. El inquieto remolino me llevó al fondo, casi llego a tocar una piedra amarilla y negra. No pude creerlo, el tipo metiche, se tiró al abismo, me agarró del pelo y puso en mi boca una máscara de oxígeno. Vi sus manos que sangraban haciendo de las piedras, escalones.
   Sostenía mis crenchas, como si fueran soga. Llegamos arriba, le tiré el tubo en la nariz, mi cuerpo también sangraba. Metiche me levantó y llegamos a su casilla pesquera. Había un amigo, que con un botiquín elemental, curó nuestras heridas.
   Metiche cambiaba mis vendas y me besaba la frente, yo lo escupía y llegué al arañazo.
   —Ché, Loco, me voy, hice lo que pude, pero esta mina, bancátela vos, es de lo peor.
   Cuando me sentí fuerte para caminar, lo miré a Metiche durmiendo la mona, con una botella de cachaa vacía. Le besé la frente, no sé por qué, en realidad lo odiaba. Los conté, fueron veinte pasos y cumplí mi decisión.

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