Contesto entre
eructando y exaltado. Después de un eructo nadie puede tomar en serio lo que
diga, por más erudito que sea. Si desde otro lugar alguien toma la palabra y
alguien se tira un pedo, todos sentirán un asco atmosférico y acá no pasó nada.
Por eso a mí no me gusta hablar cuando me dan la palabra, o ser invitado a
contestar.
El libro fue una
casualidad, pero me llevé los laureles que como todos saben son eternos.
Aparecieron los
medios, preguntaron cómo me sentía, dije: —Ajeno.
Me había enamorado tanto del libro que hasta
lo defendí. Cuando se abalanzaron sobre mí, tuve cincuenta personas en la cara.
Había mal aliento y un decente que se lavó los dientes. Uno me tocó el culo, no
dije nada, a lo mejor fue sin querer.
Era un homenaje
sorpresa, me tiraron huevos, harina, arrope, dulce de leche, por ser novato en
el arte de la escritura. Se mezclaron el asco con el odio y empecé a largar
patadas y morder. Justo llegaron los enfermeros, me metieron en una ambulancia.
Ellos dieron permiso en el centro de salud, para festejar el libro. Me preguntó
un enfermero cómo me sentía y le dije: —Ajeno.

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