—Hacía burbujas,
pobre chico y la moto, todavía andaba.
Jaime le miró el
perfil: —¿Y ayudaste a sacar el pibe?
Yo lo quisiera
ver a éste en mi situación: —Mirá si me voy a tirar en ese pantano mugriento,
además era la última burbujita.
Qué tipo
miserable, si me pedía yo lo ayudaba…
—Lo que pude
sacar fue la moto, no tenía una avería, pintadita, buen motor.
Pensó Jaime: “Me
la podría regalar, tiene dos autos de alta gama, un cuatriciclo, de dónde
salieron las cosas, no sé. Trabaja en la Federal, es cuádruple de identidad,
hace contactos con la mafia china y con Venezuela.”
Jaime subió a la
moto y le metió nomás. Su amigo se introdujo en el pantano, sacó al chico, le
hizo respiración boca a boca, con un asco civil, vio cómo vomitaba barro y dos
sapitos.
Lo vistió con su
uniforme y él quedó en calzoncillos. El chico agradeció tanto tantos, que el
poli le pidió un favor. Le daba el auto, tenía que seguir a su amigo y le
extendió un arma de grueso calibre.
—Pibe, seguí a mi
compañero y tirale bien tirado, pecho, piernas, brazos, fijate si sigue vivo,
hay casos donde todavía escuchan, me le decís: “Jaime, hoy es el Día del Amigo,
vos me robaste, yo te maté. Volvé en mi auto, traé la moto atada, saldamos
nuestras deudas, yo te salvé y vos te portaste como un pingo. Presentate el
lunes en la Federica y te doy un laburo, de narcotraficante, este país es ideal”.

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