Los condecoraron
luego de recibir educación militar. Los Padres respetaron sus deseos de entrar
en la Marina Mercante, temiendo el consabido y obvio: “una novia en cada puerto.”
Cuando los despidieron les recordaron que la educación era el primer paso de un
hombre digno. Los jóvenes rieron por dentro aquel consejo melindroso y aburrido.
Ni bien la
corbeta tocó Le Havre, Pierre y Frido tomaron un tren a Holanda. Compraron
tulipanes y entraron en confianza con dos lindas señoritas, quienes recibieron
un ramo de flores cada una. Frido dijo a Pierre: —Si aceptaron de tan buen
grado los ramos, seguro que son rameras.
A Pierre le
encantó la conclusión de su amigo.
—Las podemos llevar a nuestro bed and
breakfast y echarles unos polvitos marineros.
—Sííí, es eso lo
que más ganas tengo.
Frido, ante la
sola idea, sufrió una alteración de tiempos, olvidó el habla holandesa y usó el
más puro porteño: —Ché papusa, mucho gusto, mi nombre es Frido y tengo un lugar
en mi cucheta, para no dormir hasta el alba.
Sobre la
propuesta de su amigo, Pierre se presentó, hizo una aclaración: —Mi cucheta
queda debajo de Frido, pero no se escucha nada.
Las señoritas en
cuestión, tenían los ojos desorbitados y los rostros descompuestos.
—Mi nombre,
es Susana y el de ella, Dafne, somos argentinas y este viaje nos lo brindaron nuestros
padres, ambas conchetas, paridas en countries cerrados. Esto es lo último. Usaremos
los medios computeadores, para que el mundo entero sepa que hay dos clases de argentinos,
Uds y nosotras.

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