jueves, 16 de agosto de 2018

ARMATOSTE



   Eran amigos desde chicos.
   —Como está tan oscuro, no hay luna, el centro de la laguna es hondo, pero no tiene remolinos, es agua mansa.
   Vani pensó, el pobre tiene miedo de mi miedo, desde que pasó quiere sacar todo eso del galponcito del fondo. Jano empujó el bote hasta la orilla, lo ayudó hasta que comenzó el agua, se hizo liviano.
   —Mejor que vayas sola Vani, no pesás nada y los armatostes pesan menos que yo.
   —Decime si entendí bien qué dijiste, en el centro hay un poste que fue árbol, ato el bote, no me paro, puedo desequilibrar y caer junto con el armatoste. Vos esperame, Jano.
   Manejaba bien los remos, en la mitad se detuvo y como una experta, subió los remos al bote, nunca pensó que fueran tan pesados. Descansó, estiró las piernas y se masajeó los brazos. En tres movimientos llegó al poste, no podía anudar el bote, el musgo hacía imposible sus esfuerzos. Miró hacia la orilla y levantó la mano. Apenas lo divisó, quedaba más lejos de lo que imaginó. El bote se desequilibró, cayó al agua el armatoste y después ella. El aire le alcanzó para llegar a la superficie, nadó con desesperación, en la mitad apareció Jano y la ayudó.
   —¿Por qué todo esto?
   —¿Vos te acordás? Mis padres vivían con terror, primero desapareció mi hermano mayor, después el del medio, no tenían prueba de vida, como otros padres. Yo contaba con siete años, pensaba que estaban en Australia, siempre me contaron eso. Vi a mi viejo sacar armas de grueso calibre, del entretecho, cajas de balas, metralletas. Pregunté.
   —Vos, no sabés de todo esto. Pedile a Vani que ayude, ella ignora que a sus hermanos los llevaron ayer. Ni se te ocurra decirle.
   Los esperó en la costa. —Deben tener hipotermia, se cubren con estas toallas y derecho a casa.
   —¿Y vos, Papá?
   —Me avisaron, esta noche vienen por mí…

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