—¿Qué pasó esta
vez?
Siguió ordenando
ropa.
—Lo que nos pasa
a todas, salimos ocho días y el último me dijo que prefería variar de pareja. Antes
me amaba: “Qué buena estás” “Qué inteligente sos”, pero al tipo el entusiasmo
le duró ocho días.
Angie tocó dos
notas de su flauta dulce.
—Hacé otra cosa,
algo que te guste, que los tipos pasen a segundo plano. Ocupá la cabeza con
algún conocimiento que te entusiasme y cuando estás hasta las bolas, estudiando,
porque rendís mañana, aparece en primer plano el Profesor. ¡Que va a tu casa!
Por dos motivos, clarificarte en alguna cosa que te vio flojita y darte un
abrazo de avance. No le des pelota, controlá tu libido y te das una materia:
diez.
Toca cuatro
notas de la flauta dulce, melodía medieval, le sale saliva.
—Y vos, ¿cómo
sabés tanto del tema, Angie?
Seca la saliva
con un elite.
—Similar a lo
tuyo, me hizo perder un año de la Facu. Y no fue demasiado lo que recibí a
cambio. Me concentré y estudié con tal interés, que los apuntes me quedaban
chicos. Investigaba en la Biblioteca, donde el silencio y el espacio,
colaboraron para organizar memoria racional y conclusiones propias. Soy mi
propia dueña, no le hago el entre a ningún tipo y el tiempo de pos grado llena
mis noches. Te puedo asegurar que me siento en estado de gracia.
Guarda la flauta
en el estuche. —¿Y? ¿Te sirvió de algo mi experiencia?
Le iba a decir
que la experiencia no se transfiere, miré el sillón, se dejó la flauta y se
llevó el estuche. Faltan diez minutos para que venga el hermano de Angie,
descubrí que haciendo lo contrario que ella me aconsejó de onda, me copa más.
Su hermano me pidió que nos casemos en secreto, estoy de dos meses y quiero que
Angie sea la madrina. El beneficio es doble, porque mi hermano estudia flauta
dulce con ella y se le cae la baba por la flauta y por ella.
Algo va a pasar,
cuando se encuentran, para ir al Conservatorio, a Angie le da una dislexia
repentina y se le pone toda la cara bermellón.

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