Los llevaron a
una Iglesia octogenaria reciclada, alumnos entre diez y catorce años, invitados
por un grupo de cuatro maestras devotas, con rosarios en las manos. Los recibió
un sacerdote con su disfraz de Obispo, vestido largo negro, le atravesaba la panza
una faja de color punzó y un gorro al tono, no un kipá, judío no era, pero el
gorro le equivalía. Bendijo al grupo en el nombre de Dios, pidió disculpas por
la escasez de luz, debido al importe excesivo de Edenor. A la entrada había una
pila de mármol de Carrara, casi sin agua.
—Como todos
sabemos, el agua es un recurso no renovable, hace más de ochenta años, desde su
inauguración, contiene el mismo líquido, antes de persignarse, humedezcan
apenas el dedo mayor.
Los chicos obedecieron entre risas y
sumergieron el dedo hasta el fondo. Las maestras hicieron la mímica, pero
quitaron la mano con el dedo seco. Hasta pusieron cara de asquito. El Obispo
dio un paso pirouette con passé, levantando sus polleras de seda negra. El giro
fue de tal exageración, que produjo la caída de un INRI de esmeraldas, al piso.
Cuando sucedió el episodio desgraciado, apareció un monaguillo y juntó con un
bolso de cierto pelo, las esmeraldas y los rubíes que representaban las
lágrimas de Cristo.
Desapareció tras
unas cortinas. La estructura del Cristo, parecía de chocolate, uno de los
alumnos le pasaba la lengua escondido en un confesionario. El Obispo descubrió
al niño: —Me agrada tanto tu devoción, que te invito a pasar a mis aposentos.
Los dijo casi en
un murmullo, pero los compañeros escucharon y lo siguieron. El Obispo ordenó a
las maestras, rezar en cuclillas tres rosarios completos y despaciosos. Él
atravesó cortinados, junto con los alumnos curiosos. El lugar estaba tapizado
en seda estampada.
—Les voy a
mostrar algo, que frente a las damas sería un sacrilegio.
El Obsipo, con
ayuda del monaguillo se fue quitando prendas con delicadeza y las depositaba en
percheros de ébano, hasta quedar totalmente desnudo. Dejó su cuerpo caer al
piso, con los brazos abiertos. —Alumnos, desnuden sus cuerpos y tomando el ejemplo
del alumno, que pasó su lengua al cristo despojado, hagan de cuenta que soy de
chocolate y pasen sus lenguas con detenimiento, por todo mi cuerpo, que es el
cuerpo de Cristo, si se sienten pecadores, dejen que yo mismo les dé algunos
mordisquillos. Este milagro no lo divulguen.
Salieron del
lugar, cuando las maestras iban por el duodécimo rosario. —Les comunico que
estamos por terminar el Colegio doble turno, vendrán hermanos seminaristas a
darles clases, los esperamos a todos.
Realizó una
bendición general y cerró la Iglesia.

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