El Escritor
empezó a escribir un cuento, tenía ganas y la historia se iba tejiendo con
pocos personajes, complicados en algo, que ni el Escritor estaba enterado, me
inventa y soy una persona que tiene dificultades en su nivel de rendimiento.
Es un trastorno
que la deja sola, con hambre de algo ignorado. El Escritor la perdió al
desinventarla, ésa soy yo, me usó, me suprimió porque le sobré. Pero bajo las
tachaduras, estoy, yo me leo y me identifico.
Me da bronca
este tipo, el Escritor, digo. Se la perdió el boludo, yo justo iba a matar
alguien maligno. Le vi el pensamiento escrito, me dio frío y eso que no soy
nadie. No era maligno el que iba a matar. Le dio miedo al Escritor, miedo a su
descubrimiento, él había matado un hombre, que le producía un chantaje sin fin.
Me inventó a mí
para ocultarse del lector. Dejó de escribir por subestimar al lector, no todos
los lectores son idiotas, queda un grupo que todavía no llegó a ese estadío.
Estaba tan
paranoico que puso el cuento en el plato del perro y le prendió fuego, por
suerte no estaba el perro. Quedó un pedazo obvio y determinante, sin quemar: "…yo
maté a mi mujer hoy…"
Al lado del
escritorio estaba la mujer muerta, al lado de la mujer muerta, estaba la mujer
que limpia, leyendo el pedazo del papel sin quemar, detrás de la mujer que
limpia, estaba el Escritor con un puñal que ensartó en su espalda.

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