viernes, 3 de agosto de 2018

MICKEY MOUSE




   Gracias noche, por este espacio de silencio, que me permite escribir un cuento, sí, sigo engordando, haciendo vida sedentaria, dejé el pucho.
   Mi pecho se enojó conmigo, por llenarlo de humo cincuenta años. Tengo la cara como si hubieran puesto mi cabeza en una morsa, me estoy quedando pelada, olvido todo, confundo, escucho menos y me acorté casi besando el piso.
   —Habrá biromes chiquitas?
   Es mágica la noche, me sacó de la queja y escucho los pasos de arriba, parece que los departamentos fueran de cartón prensado. Él reprocha la desaparición de un salame. —Pietro, si comés salame, no vas a poder bailar tango, tenés un nombre, un lugar, y esa panza no es de embarazo. Para  que no encontraras el salame, lo tenía escondido, pero viste que hay ratas y les gusta picar algo.
   Escucho la temática y agradezco vivir sola. Ahora vienen golpes de arriba, encontraron la rata y él quiere matarla con la escoba, ella está arriba de la mesa, pidiendo clemencia para el animal. —¿Vos sos tarada?, no es un animal, es un roedor y se multiplican con rapidez. Hace un mes tenían que venir los fumigadores.
   —Y bueno, Pietro, no pagues las Expensas, hasta que no maten la última rata, que dios me perdone.
   —Tengo una idea, traé la aspiradora.
   Los pasos son rápidos, violentos. Hay un motor prendido y ella le indica: —¡Ahí está!, qué buenas estas aspiradoras alemanas, la atrapaste, es una sola, debe tener toda la familia, le damos a este depto y seguimos con el resto del edificio.
   —Es perfecto, pero hagamos una distribución equitativa de las bolsas, dejemos una bolsa en cada piso.
   Me intrigaba este matrimonio y tanta aversión a los roedores, con razón no tienen hijos. Si una rata les molesta, no quiero imaginar un hijo.
   —¿Cuántos pisos faltan, Pietro? Me cansé de vaciar ratas en bolsas de residuos, por suerte se asfixian antes de romper las bolsas.
   —Para tu tranquilidad, éste es el último. Y abajo parece que hubiera una reunión de Consorcio…
   Me alegró ver las caras a las cuales pertenecían los pasos de arriba. Eran jóvenes y lindos. Cuando ellos llegaron, con aspiradora en mano y pañuelos tapando sus bocas, fueron ovacionados.
   —Yo, como Presidente del Consorcio, los declaro encargados de desinfección ratera, de todo el edificio, una vez por mes y a cambio recibirán una cifra interesante. Quiero una respuesta inmediata.
   El matrimonio dijo sí, porque la empresa de desinfección iba cuando quería y olvidaban alguna cría.
   Yo me puse contenta, a pesar que mi mascota es una rata de cola larga, pero está castrada. Sigo escuchando al matrimonio de arriba, pero me parece que alfombraron, porque sus pasos no los percibo.

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