Su techo era el
cielo, su cama el pasto, su refugio los árboles, para las deposiciones tenía
letrinas abandonadas, conocía las direcciones. Sus baños predilectos eran las
lluvias del verano y en el invierno aguas termales que descubrió andando la
tierra, libre de personas. Para Adán, el animal más peligroso del mundo era el
hombre.
Frecuentaba
basurales a cielo abierto, para encontrar ropa, cubrirse y poder entrar a la
ciudad a mirar cómo crecían los edificios y desaparecían plazas y árboles.
Esquinas sin ochavas, quedaba una, fue un Almacén de Ramos Generales. Su Padre,
Dionisio, lo llevaba de chico a tomar media copita de grapa. Cuando murieron
los dueños del Almacén, más tarde su Padre, Dionisio. Quedó la hija de los
dueños, Violeta. Para descansar de la Naturaleza, Adán propuso a Violeta,
realizar una instalación en el Almacén con pedazos de requechos citadinos,
azulejos antiguos, dinteles encontrados en baldíos, pedazos de balcones con
botellones. Les llevó cuatro años, pero era la casa más exótica que podían ver
los pocos que gustaban pataperrear. Cuando aparecieron turistas a sacar fotos o
filmar la casa, solicitarla para escenas de películas, Adán daba consuelo a
Violeta, que lloraba y decía:
—Es como si
violaran la casa de mis Padres, nuestro trabajo, el increíble resultado, no
entienden nada, renuncio, Adán. Vos tomá tu propia decisión, yo me voy.
—Violeta,
conozco lugares donde te prometo el mundo real y mágico de la Naturaleza, libre
del despreciable ser humano.
Atravesaron la
ciudad caminando y dando los adioses al lugar del maltrato. Violeta no podía
creer que Adán conociera lugares tan bellos y adaptaciones que le fue
enseñando.
—Violeta, nos
une estar juntos y compartir, pero no mezclar, tal vez te resulte extraño, pero
no quisiera que encuentres un árbol de manzanas, tomes la más brillante y me
convides, así se pudre todo.
A Violeta le
pareció raro el pedido y más tarde lo olvidó. Un día, de algún mes, encontró
una manzana tan perfecta que le dio un mordisco, era blanda como una nube
húmeda de dulzura. Se acercó Adán y ella
lo convidó. Aparecieron los convites del cuerpo, los confites de la boda, el
traslado a la ciudad, el nacimiento de dos hijos, las peleas, el divorcio y el
rencor.
—Es por eso que
la manzana, se come, pero no es conveniente convidar un cacho.

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