domingo, 5 de marzo de 2023

CONSUMIR LA VIDA

 

   Quedaba un sólo carro, lo tomé distraída, una Señoritinga puso sus garras y lo arrebató, dijo gracias y entró al supermercado “Cagarca”

(A veces parece que hicieran un casting de nombres). Pasó un Señor con atuendo campocaro, las puertas fallaron y cerraron con el Señor al medio. Cuando lograron abrir iba a entrar por fin y el Señor campero se me cae encima. Logré salir gracias a Julia, una amiga generosa que me cedió su carro.

   Me detengo en una góndola y tres niños que parecían no pertenecer a nadie, llenaron mi carro de tantas cosas que un repositor ayudó a volver a su sitio los productos.

   Me acerqué a los niños:

   —Fuera de aquí, molestan a todo el mundo.

   Ahí sí apareció la madre:

   —¡¿Cómo les va a gritar así a mis hijos?!

   La miré con ojos de preciofideos:

   —Si no te gusta, hacete cargo.

   Tropecé con la que me robó el carro y dijo

   —A vos te conozco de algún lado ¿No?

   —No.

   Seguí con mis compras, todo marca Pirulo, no existía otra.

   Suprimí elementos de mi lista, costaban el doble que antes de ayer. Hice la cola interminable, había sólo tres cajeros, una vieja delante de mí pisaba mis pies, sin intención, claro. Atrás un pendejo me apoyaba el carro en el trasero.

   —¿Vos lo hacés a propósito?

   —Lo que pasa es que me empujan.

   Por fin me llegó el turno, no le veía las manos a la chica de la caja, pasaba los objetos por el marcador, los embolsaba, cobraba, limpiaba el piso, no tenía cambio. La gente pura tarjeta.

   Salí mareada, además faltaba el aire. El chico que estaba tras de mí pidió las bolsas para ayudarme, abro el baúl y lo veo subir a una moto con mis bolsas.

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