No debe haber
idiotez más grande que poner a hervir una pava con agua y quedarse al lado con la
mirada perdida, colgarnos de la nada de quitar la tapita para ver si ya está.
Uno puede hacer otra cosa en el mientras tanto, surge un inconveniente, Ud va a
hacer pis, vuelve y la pava ya hirvió. Está apagada, el agua rebalsó y apagó la
hornalla, dejando un olor a gas estupefaciente.
Prepara el mate,
lo toma bajo la parra, el olor a gas expulsó hasta las moscas. Toma el primero
y se quema el interior de la boca, la lengua es una brasa. Llama a la oficina
para pedir el día. Justo hoy que visitaba a su reciente novia, por primera vez.
Se presenta más temprano de lo que ella esperaba, o desesperaba, ni cierra la
puerta, le da un beso garganta profunda, le muerde la lengua, él casi se traga
la de ella que está fresca. Ese beso desmedido es una invitación para seguir
con lo demás. Piensa la novia. Él la toma de los hombros y la sacude, la empuja
contra la pared.
Sube al ascensor
la puerta de abajo no abre, la llama por celular y le dice que está cerrado.
Ella baja con ruido de llaves:
—¿Por qué tanto
apuro, mi amor? Olvidaste comprar forros y yo tengo, tontito.
Ni sabe lo que
hizo, sus dientes feroces, mordieron la boca ampollada, el agua que contenían
salía hirviendo, como el mate y ella masticaba las pielcitas, cual si fueran
chicle. La tomó de la remera y la metió en el ascensor, la veía doble, o
cuádruple, porque había un espejo, cuando llegaron, bajó él primero, le agarró
las crenchas cerró el ascensor, le dejó la cabeza afuera y el cuerpo adentro.
Llamaron de otro piso, escuchó una voz desconocida que gritaba:
—¡Hay un cuerpo
sin cabeza!
Él bajó por la
escalera, las llaves estaban en su bolsillo, un regalo que le dejó la putita.
Cruzó al Bar de enfrente, tomó veinticinco gaseosas con hielo y siguió
pidiendo.

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