viernes, 3 de marzo de 2023

MALA PRAXIS

   Llegaba a la Clínica por propia voluntad, el detonante era desde una pelea con su Madre, hasta ver a su Padre tomar media botella de whisky y partirle el vaso por la cabeza.

   La familia sentía alivio, cuando Abigail preparaba su valijita. Pedía un remisse y en la puerta de recuperación, un par de Enfermeros la recibían. Su habitación daba a un parque desorganizado, pero rozaba sus ventanas, detenían su pensamiento.

   Un Enfermero dictaba la obligada respiración matutina. La Clínica no utilizaba psicofármacos. Se trataba de reinsertar al paciente en la sociedad, con métodos no agresivos. Abigail, persona difícil, odiaba a todos los Enfermeros y los Médicos le parecían superfluos.

   Chin Chin, el de la respiración, dudaba si ella hacía el ejercicio con corrección, una mañana le apoyó sus manos en el abdomen, casi al borde del pubis, por allí debía inhalar el oxígeno.

   Siguió con manos tibias, hasta el pecho.

   —Disculpá, Abigail, pero los pezones van incluídos, un masaje ligero sobre tus pechos, relajarán la respiración. Después soltás el aire desde el pecho hasta el pubis. Eso lo hacés sola, mis manos participarán si es necesario.

   Chin Chin sintió una repentina atracción por ella y pretextó acompañarla en la exhalación.

   Abigail respondió:

   —Sí, por favor, Chin Chin, empezá por mi pubis, notarás que comienza más abajo, en un orificio pequeño, te informo que soy virgen. Con tu dedo acusador hacé un masaje leve, donde logres encontrar el punto G-20. Si notás que me broto y hago movimientos compulsivos, el único modo de detenerlos, es introducir tu miembro hasta romper mi himen, harto de vivir a puerta cerrada.

   Chin Chin se mostró participativo:

   —Abi, tengo un recurso terapéutico, se trata de introducir mi pene en múltiples ocasiones, hasta apagar tu último gemido. El relax te hará dormir. Por la noche me daré una vuelta y lo haremos de nuevo. Ha resultado sanador en infinidad de mujeres.

   Chin Chin apareció demasiado tarde, ella lloraba y se arrancaba los pelos. Tenía tal obsesión que le pidió una explicación de su ausencia.

   —Abigail, no sé si lo que hacemos implica una mala praxis, por eso me ausenté.

   Ella respondió:

   —Chin Chin, mi estadía en este lugar, la extenderé seis meses, sos tan profesional, me siento tan contenida, que la alegría conducirá a mi recuperación total, si así no lo fuere, hay que insistir. 

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