domingo, 2 de abril de 2017

CHORROS LEGALES


    Furio Falcone volvía de un pueblo gaucho donde pasó sus vacaciones con la familia.
   En el primer peaje le cobraron 30 pesos —No sé qué tenemos que pagar, si las rutas no existen.
   No pasaron veinte minutos y un segundo peaje, aumentó todo muy rápido, pagó 55 pesos.
   Puteaba delante de sus hijos, dieron con un pozo que los hizo saltar hasta el techo, allí se prendió su mujer con las puteadas. Los chicos también, porque se golpearon las cabezas contra el techo, puteaban, con un cierto contento nadie los reprimiría, hacían un canon perfecto.
   Pasaron veinte kilómetros y un tercer peaje, cuyo valor ascendió a 85 pesos, antes de entregarle el recibo con sonrisa robótica —Pueden estacionar al costado del camino, traten de no interferir la salida o entrada de otros vehículos, pasará un cafetero que ofrecerá un café chico y un grisín, sólo para el conductor.
   Los chicos se brotaron, la madre ya era planta, tironearon del vasito y el interior del auto quedó lleno de lunares marrones, el grisín tenía dos pelos adentro. El padre se fue transformando en Toro “Yo Te Mato”.
   Sacó del baúl una cimitarra (invento del abuelo). Corrió hasta la caseta del pago-recibo y le dio con la cimitarra, quedó hecha una acordeón y la chica de los recibos, totalmente decapitada.
                                               

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