jueves, 6 de abril de 2017

DEFENSA

                                        
   La cobra estaba acostumbrada a ser cinturón viviente. Se enroscaba en la cintura y su cabeza hacía de hebilla. La compró una mujer, le hacía mimos a lo largo y le daba piquitos en la lengua. La llevó puesta, parecía artesanal.
   Fue la primera y última compra que tuvieron, las mujeres temían a los ofidios. La compradora tenía un amante vitalicio, dos días por semana y una amiga que hacía lo posible por quitarle a su amante. Seguían esa amistad, vaya uno a saber por qué. Él estaba encarnado en ella. Difícil cambiar de corral.
   La amante jugaba con la cobra y él, que la acariciaba con ternura pensando en la soledad de los ofidios. Una tarde, estaban ambos en los preámbulos del amor, mientras la cobra presidía esas acciones, con respeto y sin mirar.
   Se escucharon pasos de sigilo ladrón.
   La amiga abrió la puerta y la cobra, para protegerlos la mordió definitivo.
   Llamaron una ambulancia, explicaron el caso, pero la amiga murió antes de llegar al Hospital. 
   —No tenemos idea de dónde provino la cobra, la buscamos con miedo, pero nos dimos cuenta que el animal huyó. Igual aseguramos puertas y ventanas.
   Luego de la declaración perfecta, se acostaron a dormir la siesta, con la cobra al medio. Hasta ella quedó con el stress alto. 
                                                       

No hay comentarios:

Publicar un comentario