Escribía en Do Mayor
sin Dominante. Era la llave de seguridad de mis escritos. Nadie podría
plagiarme. Pasaron semanas con el pentagrama vacío.
Código de
barras, una herradura grande de rictus, varias patas de gallo a los costados de
los ojos, ojeras, bolsitas, papada, frente con depresiones y saliencias, en cauces
hondos y dos terribles arrugas entre cejas. Lo más inquietante eran esas
fisuras que en el enojo cerraban hasta transformarse en una grieta que me
atravesaba la cabeza. Fui a la cama, pero el techo me acusaba del pentagrama
vacío, esperando. Eché agua fría en mi ojos, cubitos. Sin secar la cara llegué
al escritorio, era de noche, el gesto reflejo de prender la luz no fue
necesario. El pentagrama iluminaba hasta el último rincón del lugar. Yo sabía
que moriría, no sabía cuándo, por las dudas alargué mi vida para ver la última
luna, era mi último deseo. Hacía tres semanas de lluvia y el cielo compacto
como el holocausto.
El 2 de Mayo, el
fachismo cambió de rumbo. Salió una luna llena, a punto de parir estrellas.
Tanizaki, el jardinero, cortaba cañas de memoria y su cara, paralela al cielo
dijo “Está espléndida la luna, ¿verdad?, me dijo a modo de saludo, con voz
sonora. Tiene usted muy buen gusto.” Sus palabras hicieron de la Luna un
planeta. Llegó la madrugada y estaba viva, me alegró la postergación de mi muerte.
Debo volver al escritorio, el pentagrama está a punto de caer, lo traté como
papel y escribí sin notas, con premura, antes que el cielo se cubriera negro,
lloviera y esta vez no había dudas que me moriría. Lloraba mientras seguía
escribiendo, fui a buscar más papel y por el balcón la vi, tan soberana, tan
generosa, le grité Tanizaki que no miró.
Hasta que sonó
Claro de Luna. Los dos teníamos las caras paralelas al cielo, mientras él decía
“Tiene usted muy buen gusto”.
Le agradezco que
le ponga música a esta luna.
Dos ventanas
enfrentadas juntaron vientos mercenarios, se llevaron mis hojas. Tanizaki quiso
alcanzar alguna, pero no pudo.
—Y bueno, srta,
piense que la Luna, tiene su cuento para leer. Tal vez mañana venga por otro…
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