La Mamá llegó
tarde del laburo, preparó un canasto con los elementos del Super y llamó a
Caperucita Roja, para que le llevara el canasto a la abuela, que vivía en el
medio del bosque. Caminó en diversos sentidos hasta encontrar la casa. La Abuela,
sin depilar, parecía un lobo. Fue a buscar la máquina de afeitar y le sacó toda
esa pelambre, —¿Por qué tenés la orejas tan grandes?
Contestó la Abuela
—Para escucharte mejor.
—¿Por qué tenés
esa bocaza?
—¡Para comerte
mejor! –Dijo el Lobo, depilado, pero con hambre-.
Cuando se
dispuso al primer mordisco, salió la Abuela de abajo de la cama y con un
cuchillo lo cortó largo a largo. Aprovechó para carnear al Lobo, en estos
tiempos sin carne, era un buen recurso.
Volvieron a lo de
la Mamá de Caperucita, cuando vio la carne lloró de emoción. Preparó salsa de
grosellas y puré de yuyos saltados.
La parrilla empezó
a las once horas y terminó a las catorce. Se atosigaron de comer tanta carne.
Tenía efectos alucinógenos, la Madre le decía “Puta” a Caperucita. Que le
contestaba que era una profesión como cualquier
otra. La Abuela aprovechó para decir que Caperucita no era su nieta y que
estaba terriblemente enamorada del Lobo. Despertar de esa pesadilla fue
traumáticos para las tres.
Igual fueron
felices y nunca más volvieron a comer lobo. La abuelita alquiló su casa a Blancanieves,
que era Frutovegetariana. Arreglaron comer las tres la comida que Blancanieves hacía
para ellas y los Siete Enanitos. —Bueno, basta chicos, ahora a dormir.
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