jueves, 20 de abril de 2017

HABÍA UNA VEZ O VARIAS

  
   La Mamá llegó tarde del laburo, preparó un canasto con los elementos del Super y llamó a Caperucita Roja, para que le llevara el canasto a la abuela, que vivía en el medio del bosque. Caminó en diversos sentidos hasta encontrar la casa. La Abuela, sin depilar, parecía un lobo. Fue a buscar la máquina de afeitar y le sacó toda esa pelambre, —¿Por qué tenés la orejas tan grandes?
   Contestó la Abuela —Para escucharte mejor.
   —¿Por qué tenés esa bocaza?
   —¡Para comerte mejor! –Dijo el Lobo, depilado, pero con hambre-.
   Cuando se dispuso al primer mordisco, salió la Abuela de abajo de la cama y con un cuchillo lo cortó largo a largo. Aprovechó para carnear al Lobo, en estos tiempos sin carne, era un buen recurso.
  Volvieron a lo de la Mamá de Caperucita, cuando vio la carne lloró de emoción. Preparó salsa de grosellas y puré de yuyos saltados.
   La parrilla empezó a las once horas y terminó a las catorce. Se atosigaron de comer tanta carne. Tenía efectos alucinógenos, la Madre le decía “Puta” a Caperucita. Que le contestaba que  era una profesión como cualquier otra. La Abuela aprovechó para decir que Caperucita no era su nieta y que estaba terriblemente enamorada del Lobo. Despertar de esa pesadilla fue traumáticos para las tres.
   Igual fueron felices y nunca más volvieron a comer lobo. La abuelita alquiló su casa a Blancanieves, que era Frutovegetariana. Arreglaron comer las tres la comida que Blancanieves hacía para ellas y los Siete Enanitos. —Bueno, basta chicos, ahora a dormir.
                                                              

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