sábado, 15 de abril de 2017

LOS ESPEJOS DEL LAGO


   Mordió a su madre mientras tomaba la teta y quedó con el pezón en la boca, lo masticó como si fuera carne, a los dos años tomaba en tazas de té con tostadas que ella misma preparaba. Se la consideraba una genia con futuro de tal. Las hermanas la odiaban por ser la más linda de las tres.
   —A Narcisa le damos bifes de lomo con sangre de toro, no griten las otras ¡Por favor!, tiene bulimia anorexiana. Para Uds hay pan viejo, que si lo sumergen en mate cocido, rejuvenece.
   Estudiaba piano y en ocasiones la hacían tocar algo elemental, era aplaudida por vejestorios que la idolatraban. Narcisa se lo creía, miraba todos los espejos que había, antes de llegar a su dormitorio. Se dirigía al baño y vomitaba. Le tomaban semanas de anorexia.
   Mientras, sus hermanas Sisí y Nonó eran invitadas a boliches nuevos, donde bailaban hasta el amanecer.
   Narcisa nunca era de la partida, le daba gusto quedarse en la casa vacía. Frente al espejo más grande se sacaba la ropa y admiraba las curvas perfectas de su cuerpo, se besaba a sí misma en el espejo, se abrazaba con pasión. Narcisa juró ser suya hasta la muerte. Nadie tendría el derecho de rozar su piel, ni mirar con persistencia cuán bella era.
   Pensaba que si alguien así, apareciera hasta lograr ponerla inquieta, ocultaría su corazón batiente. Eso no sucedió, porque nadie quería ni rozarla ni mirarla. Un día despertó con incontenibles deseos de amarse frente al espejo. El entusiasmo desenfrenado y las biabas al espejo, harto de Narcisa, se estrelló sobre ella.
   La descubrió Sisí, entrando al baño para cambiar las aguas. Recostada en los mosaicos yacía Narcisa, cortada a lo largo y ancho de su hermosura.
   Tenía una astilla de tamaño considerable incrustada en el corazón, pulseras de espejuelos cubrían sus muñecas degolladas, había detalles de la escena que todos evitaban recordar.
   Sisí y Nonó corrieron al vestidor de su hermana muerta. Asistieron al sepelio, con los vestidos de Narcisa. Se tentaron en la ceremonia y llegaron a su casa muertas de risa. Era el día más feliz de sus vidas. Sisí entró al baño y vio a Narcisa seduciendo al espejo.
   —Nonó, vení pronto, ¡Nonó! Está acá.
   Nonó dijo —Sí, no murió, vive, habrá que devolverle los vestidos.
                                                 

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