Mordió a su madre
mientras tomaba la teta y quedó con el pezón en la boca, lo masticó como si
fuera carne, a los dos años tomaba en tazas de té con tostadas que ella misma
preparaba. Se la consideraba una genia con futuro de tal. Las hermanas la
odiaban por ser la más linda de las tres.
—A Narcisa le
damos bifes de lomo con sangre de toro, no griten las otras ¡Por favor!, tiene
bulimia anorexiana. Para Uds hay pan viejo, que si lo sumergen en mate cocido,
rejuvenece.
Estudiaba piano
y en ocasiones la hacían tocar algo elemental, era aplaudida por vejestorios
que la idolatraban. Narcisa se lo creía, miraba todos los espejos que había,
antes de llegar a su dormitorio. Se dirigía al baño y vomitaba. Le tomaban
semanas de anorexia.
Mientras, sus
hermanas Sisí y Nonó eran invitadas a boliches nuevos, donde bailaban hasta el
amanecer.
Narcisa nunca
era de la partida, le daba gusto quedarse en la casa vacía. Frente al espejo
más grande se sacaba la ropa y admiraba las curvas perfectas de su cuerpo, se
besaba a sí misma en el espejo, se abrazaba con pasión. Narcisa juró ser suya
hasta la muerte. Nadie tendría el derecho de rozar su piel, ni mirar con
persistencia cuán bella era.
Pensaba que si
alguien así, apareciera hasta lograr ponerla inquieta, ocultaría su corazón
batiente. Eso no sucedió, porque nadie quería ni rozarla ni mirarla. Un día
despertó con incontenibles deseos de amarse frente al espejo. El entusiasmo
desenfrenado y las biabas al espejo, harto de Narcisa, se estrelló sobre ella.
La descubrió
Sisí, entrando al baño para cambiar las aguas. Recostada en los mosaicos yacía
Narcisa, cortada a lo largo y ancho de su hermosura.
Tenía una
astilla de tamaño considerable incrustada en el corazón, pulseras de espejuelos
cubrían sus muñecas degolladas, había detalles de la escena que todos evitaban
recordar.
Sisí y Nonó
corrieron al vestidor de su hermana muerta. Asistieron al sepelio, con los
vestidos de Narcisa. Se tentaron en la ceremonia y llegaron a su casa muertas
de risa. Era el día más feliz de sus vidas. Sisí entró al baño y vio a Narcisa
seduciendo al espejo.
—Nonó, vení
pronto, ¡Nonó! Está acá.
Nonó dijo —Sí,
no murió, vive, habrá que devolverle los vestidos.
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