El Oficial
apareció desentrazado y al borde del llanto. —Uds son testigos que hice guardia
toda la noche, el Pizzero es otro testigo, salí unos minutos para comer dos o
tres porciones. Vuelvo por la mañana a casa y encuentro a mi mujer muerta, en
el sillón del living, con un disparo en la frente y una sonrisa en la boca. La
vecina es testigo del hallazgo del cuerpo.
El más Capito de
la Departamental, Detective experto en crímenes de todo tenor, fue Abogado,
Fiscal, Secretario y Juez. Más que su trayectoria, el Detective tenía
superdesarrollada la intuición y el Ajedrez. Habló con su inmediato superior,
para ponerlo en antecedentes.
—Interrogué al
Pizzero, a la vecina, coincidieron sus testimonios, parece que la víctima tenía
un amante, pertenece a la Fuerza y para abreviar, es Ud.
—Confieso que yo
era su amante, pero nos llevábamos tan bien, nunca hubiese sido capaz de matar
esa Diosa.
—Y al marido ¿lo
llamaron a declarar?
—¿Cómo vamos a hacer eso? Era su mujer.
—No nos interesa
que fuera su mujer, no hay que crear relaciones afectivas con los sospechosos.
Si Ud me permite, le realizo un interrogatorio, con una inofensiva trampa
froidiana.
El Oficial fue
trasladado a un cubo vacío, rodeado de espejos. El Detective abrió fuego.
—Oficial, ¿puede
enterarnos de las personas que Ud considera sospechosas del episodio?
—¿Ud me pregunta
quién fui el asesino?
—“Culpable por
un furcio”. –Dijo el Detective mientras prendía su pipa y se perdía en la bruma-.
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