miércoles, 19 de abril de 2017

IBISITA

                                                                     
   Todo aumentaba, sus pucheros se hacían con elementos imprescindibles. El postre, una mandarina.
   Debía compartir con su hijo en silla de ruedas. En la mesa no hablaban de aumentos, el hijo le contaba del Correo, anécdotas de oficina, iguales a las de su marido, el que la dejó viuda. Ella cosía para afuera, tenía diseños “exóticos discretos”. Primero tuvo una clientela humilde, que nunca abandonó. Sus trabajos audaces atrajeron clientes adinerados y abrió una cuenta en el Banco, que crecía y crecía. El hijo rodante largó el Correo y ayudaba a su madre, que ya iba por Asesoramiento de Vestuario, a las Primeras Damas.
   Durante el mandato de una Presidenta histérica y pretenciosa, fue invitada junto a su hijo a vivir en la Casa Presidencial. Tenía un salón de espejos y allí mismo trabajaban. El pago daba vergüenza de tan alto, pero las 50 pruebas por día los dejaban durmiendo en la alfombra.
   Ni hablar entre ellos podían, les hacían requerimientos superfluos como coser un botón. Se fueron a España con disimulo de entrenamiento. La Reina quiso que fuera ella, con su hijo y su Carpeta de Diseños. Era buena y considerada. A su hijo rodante, le regaló para fin de año una silla con comandos. Él inventó bikinis descartables de papel crêpe, lo patentó y comenzó a aumentar su patrimonio personal.
   Consultó con la Reina de España, explicando su situación millonaria y qué hacer con eso.
   —¿Qué es lo que más os gustaría?
   Saltó el hijo de su silla —¡Una isla, con calor y olas! Seguiríamos diseñando para la isla.
   Buscaron una isla perdida en las Baleares, construyeron un country selvático. La isla se llamaba Ibisita, allí diseñaban y confeccionaban para los turistas. Algunos venían de lugares ignotos en busca de “Lo que vendrá”.
   Ahora, cuando comían no hablaban de los aumentos, no había razón. Chismorreaban acerca de sus clientes. Ella, en un mes, se casó con el único bañero color violeta, la madrina fue la Reina de España, atropellada por el hijo rodante, sin intención.
   Corrió el novio violeta a socorrer a la Reina, ella, canchera, se abrazó al novio, se reía mientras hacía el baile del caño con el violeta.
   La novia no dijo nada, pensó que las Reinas eran infelices.
   —Como ésta infeliz, agarrada de mi novio como garrapata. 
                                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario