Todo aumentaba,
sus pucheros se hacían con elementos imprescindibles. El postre, una mandarina.
Debía compartir
con su hijo en silla de ruedas. En la mesa no hablaban de aumentos, el hijo le
contaba del Correo, anécdotas de oficina, iguales a las de su marido, el que la
dejó viuda. Ella cosía para afuera, tenía diseños “exóticos discretos”. Primero
tuvo una clientela humilde, que nunca abandonó. Sus trabajos audaces atrajeron
clientes adinerados y abrió una cuenta en el Banco, que crecía y crecía. El
hijo rodante largó el Correo y ayudaba a su madre, que ya iba por Asesoramiento
de Vestuario, a las Primeras Damas.
Durante el
mandato de una Presidenta histérica y pretenciosa, fue invitada junto a su hijo
a vivir en la Casa Presidencial. Tenía un salón de espejos y allí mismo
trabajaban. El pago daba vergüenza de tan alto, pero las 50 pruebas por día los
dejaban durmiendo en la alfombra.
Ni hablar entre
ellos podían, les hacían requerimientos superfluos como coser un botón. Se
fueron a España con disimulo de entrenamiento. La Reina quiso que fuera ella,
con su hijo y su Carpeta de Diseños. Era buena y considerada. A su hijo
rodante, le regaló para fin de año una silla con comandos. Él inventó bikinis
descartables de papel crêpe, lo patentó y comenzó a aumentar su patrimonio
personal.
Consultó con la
Reina de España, explicando su situación millonaria y qué hacer con eso.
—¿Qué es lo que
más os gustaría?
Saltó el hijo de
su silla —¡Una isla, con calor y olas! Seguiríamos diseñando para la isla.
Buscaron una
isla perdida en las Baleares, construyeron un country selvático. La isla se
llamaba Ibisita, allí diseñaban y confeccionaban para los turistas. Algunos
venían de lugares ignotos en busca de “Lo que vendrá”.
Ahora, cuando
comían no hablaban de los aumentos, no había razón. Chismorreaban acerca de sus
clientes. Ella, en un mes, se casó con el único bañero color violeta, la
madrina fue la Reina de España, atropellada por el hijo rodante, sin intención.
Corrió el novio
violeta a socorrer a la Reina, ella, canchera, se abrazó al novio, se reía
mientras hacía el baile del caño con el violeta.
La novia no dijo
nada, pensó que las Reinas eran infelices.
—Como ésta
infeliz, agarrada de mi novio como garrapata. 
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