sábado, 29 de abril de 2017

LA MIRADA

  
   Hay pocas personas para sentarse a charlar, disentir, coincidir, no hablar durante una copa, de bronca.
   No sé si es una alegría o una desgracia tener que recurrir a ellos…pero Rita me vuelve loco. No por ser un bagayo, sino porque es compradora compulsiva, de las ofertas de telefónica o los viajes en catamarán. Necesito de los muchachos, cada uno tiene una arpía diferente en su haber. Y uno es un boludo que piensa en esta edad que avanza y nos deja envejeciendo de a dos, para no estar tan solos.
   Nacho es el más amigo, sensato, prudente y excelente consultor.
   —Yo ando solo, tendrías que probar. Te crecen cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas, aunque dejar a Rita sola implica, el que se fue a Sevilla perdió su Rita. Me encanta esa vieja.
   El marido dijo —Es una mujer entrada en años, pero no es vieja, además de sus defectos, tiene sus virtudes, es hilarante, sabe imitar a todos Uds y a sus arpías respectivas. A mí me imita y yo siento que me miro en el espejo, es sutil hasta la obsesión. Me cansó Rita, aún poniéndole una almohada sobre la cara, cuando lo hacemos, no me inspira nada, tiene sus años, su cuerpo la delata y su cerebro que piensa que está buenísima.
   —Rita, no quiero estar más con vos.
   Rita contestó —Bueno.
   Estaban los tres en el bistreaux, Nacho cruzaba copas de champagne mientras rozaban piernas bajo la mesa.
   Cuando Rita se reía la gente lloraba de risa, un contagio desconocido, la alegría.
   Nacho me la sacó de encima. La obligó a cirugías agresivas, no se pudo operar la mirada.
  Cuando nos encontramos nos miramos largo y finito, nadie se dio cuenta. Sólo nosotros, arrepentidos y resignados… 
                                                   

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